¿Qué mismo es nienpintura? ¿Quién es quién?

Nienpintura es un grupo de entre cuatro y seis jóvenes (todavía no se sabe, a veces somos cuatro, a veces somos cinco, a veces seis) de entre quince a veintidos años dedicados a la creación y animación literaria, al arte, a descubrir, a experimentar y básicamente a nuestras notas y rollos; por ahí está el David egresando de Sicología, la Gabby en segundo año de Literatura, La Eri que pasa a quinto curso del cole, La Karen que se graduó del cole este año, el Kenny (o sea yo) que voy a ingresar a la escuela de Medicina en Octubre y el Dieggo estudiando comunicación.

En qué andamos? Nos interesa de todo; (cada uno tiene sus intereses raros) lo policíaco, la ciencia ficción, el teatro, lo gótico, el realismo mágico, el terror. Escribimos de todo; poesía y narraciones, sobre la ironía, sobre lo romántico, literatura juvenil, el misterio. Nos topamos los sábados de mañana en los talleres literarios de la CCE.

En serio no queremos vernos NIENPINTURA?

1. Una mañana nublada de sábado (Nuestra reunión semanal)
2. 2.0 megapíxeles de resolución
3. Un fotógrafo con buena voluntad pero sin mucha habilidad ;)
4. Nuestro lugar de encuentro
5. El Kenny jodiendo con lo de las fotos.
6. Y un ánimo como de que: "En serio toca sacarnos fotos para el blog? Ya qué?"
7. Y se obtienen las fotos nuestras que aquí les ponemos, les advertimos que esto, tal vez, es algo que no querrán ver NiEnPintura.





Las primeras fotos siempre salen bien ;)








Vistos desde arriba



Nos gusta tomarnos fotos verdad? ;)






Nunca nos explicaremos porqué ninguno salió mirando a la cámara... Es un enigma... jajaja


Todos pongan cara fea... 1,2,3... jeje ;)


Ahora todos vamos afuera... ;)

Con el viento en nuestros rostros ;)... jajajá.
¿Y cuál es cuál?
La Gabby es la de las mechas moradas (Por si no se distinguen las mechas; cabello negro largo y usa lentes) Ella es la responsable del grupo, la que ya editó este post y la menos fotogénica.
La Eri; la peque del grupo, es la del cabello claro y corto con camisa a rayas.
El Kenny es el de la camiseta ploma y los lentes gruesos.
El David es el que se puso atrás en todas las fotos, con camiseta negra, lentes y el cabello hecho churos.
Karen; la poeta del grupo es la de la chompa azul y la chaqueta jean.

Más sobre Gabriela Alemán, una bitácora de su experiencia en el encuentro literario B39

Aquí lo que Gabriela Alemán escribió sobre su experiencia en el Bogotá 39 para la revista Virtual del Colegio de Artes Liberales de la USFQ “Liberarte”

BOGOTÁ 39: TRES COSITAS NADA MÁS
Gabriela Alemán








Ante la pregunta insistente de quién era el papá (sic) que había que matar para escribir literatura en América Latina hoy en día, leí y escuché varias veces el nombre de Roberto Bolaño. Había argumentos a favor y otros en contra, Rodrigo Hasbún de Bolivia decía que él lo leyó en su adolescencia y era su principal referente latinoamericano; Iván Thays contó, en cambio, que cuando leyó a Bolaño, ya había publicado dos libros. Entre esos dos extremos hubo quién aseveró que era el referente y otros que simplemente no lo mencionaron, había demasiadas cosas sobre qué hablar. Y poco tiempo. El tiempo fue lo único que pareció faltar en Bogotá39. O así me lo pareció. Tal vez a otros no les faltó o hasta les sobró. Entre los treinta y ocho (no pudo llegar Junot Díaz de República Dominicana, aunque al segundo día ya tenía dos reemplazos: Julio Villanueva Chang, fundador de la excelente revista peruana Etiqueta Negra, que se adelantó a las jornadas organizadas por El Malpensante y que estuvo en el Hotel Suite Jones como uno más de los 39 y Gastón García, periodista argentino radicado en Barcelona, que hizo entrevistas para un catálogo sobre el encuentro pero que, en realidad, la misma tarde que llegó, se convirtió en otro más de los escritores), había varios expertos “encuentristas”. Yo no sabía qué esperar de Bogotá39. Había ido solamente a un encuentro literario como invitada y me imagino –porque no sabía cómo eran los otros- que ese fue bastante extraño. El Instituto de la Juventud Español (INJUVE) había invitado a más de cincuenta escritores iberoamericanos (es un decir, el requisito era haber publicado algo) menores de treinta años a un pueblo perdido en la mitad de la nada, la ciudad más cercana era Málaga que quedaba a más de dos horas, para vivir un mes ahí mientras cada semana llegaban cuatro escritores nuevos: Ana María Matute, Abel Posse, Jorge Amado, Tarik Alí, Goytisolo, Wole Soyinka, Juan José Arreola, Augusto Roa Bastos, José Saramago y un extensísimo e impresionante etcétera. Así que desayuné, almorcé, bebí y cené con premios Cervantes, Nobel y representantes del boom. Imagínense tener veintitrés años en un pueblo cerrado por el invierno (parecía más el montaje de un pueblo que un pueblo, al estilo Sergio Leone), con casas selladas y donde no vimos a más de treinta personas que vivieran ahí, uno por día, en un mes; había un solo bar (con diez cassettes en existencia) y donde medio centenar de poetas, ensayistas y narradores en ciernes y veinte escritores de más de sesenta años nos veíamos a diario, sin más actividad planificada que leer textos por las tardes y que los escritores-de-verdad opinaran sobre ellos. Más de uno se volvió loco, algún argentino dijo que tenía cosas más importantes que hacer y exigió a los organizadores que lo devolvieran en el primer avión a Buenos Aires. Aparte de los amigos que hice nunca me voy a olvidar de dos cosas: una canción que oímos, bailamos y terminamos por odiar (porque no había otra, porque éramos unos masoquistas de porquería y la poníamos una y otra vez), “No me importa nada” de Luz Casal y la tarde que Juan José Arreola, que a fin de cuentas era Juan José Arreola, contrató (o pidió o quién sabe qué hizo) una limosina y me metió dentro y le dijo al chofer que nos llevara al pueblo de Ronda, que quedaba como a cuatro horas de ahí, mientras su hija de cincuenta años gritaba y perseguía el auto, y él le insistía al conductor la importancia de meterle al acelerador; cuando llegamos al pueblo persuadió al portero (¡!) que abriera la Plaza de Toros y, una vez dentro, se sacó la capa y me pidió que le hiciera de toro. ¿Qué iba a hacer? Estaba en la mitad del ruedo, la arena de color ladrillo empapada de sangre olía a muerte y tenía a un semi-dios de metro cincuenta y pelo plateado en frente. Lo embestí y él ejecutó una verónica perfecta. No me imaginaba embistiendo a nadie en Bogotá, aunque me moría de ganas de conocer a Junot Díaz. Sólo las hipérboles sirven para describir el libro de cuentos (“Negocios”) que escribió a los veinte tantos años. Pero bueno, nunca llegó y no lo conocí. Pero sí conocí a un “chingo” de otros escritores que luego me dejaron tan boquiabierta al leerlos como cuando leí a Díaz hace tantísimos años ya.

El encuentro duró tres días, la idea que se habían formado los organizadores era que querían poner a la gente de Bogotá en contacto con los 39 escritores, o sea, había que transportarnos por la ciudad. Esa sabana inmensa donde viven doce millones de almas. Los viajes en esyuví, que duraban entre una y tres horas, fueron los momentos en que nos conocimos. Los encuentros con el público estaban planificados en universidades, colegios, bibliotecas, centros culturales, librerías, bares, salsotecas, malls y parques. Paraescoger. Y, si alguien no podía llegar, se publicó una antología (Bogotá39, Antología de cuento latinoamericano, Ediciones B, Bogotá, 2007) y las revistas Pie de Página y Arcadia dedicaron números enteros al encuentro; a más de eso, estaba la prensa escrita y la televisión que cubrió el evento. La ciudad entera estaba empapelada con gigantografías de B39. Impresionante. Slavko Zupcic, sentado en un rincón la noche que estuvimos en el Punto G (el bar del guionista de “Betty la fea”), me confesó que estaba un poco abrumado, nunca lo habían tratado como a una estrella de rock. Esa era la sensación generalizada; cuando los colombianos organizan algo, cualquier cosa, lo hacen en grande. El otro lugar para conocernos era el hotel, a la hora del desayuno. Y desde el tercer día (o el segundo desayuno juntos) todos notamos que algo extraño pasaba. El que mejor lo resumió fue Pablo Casacuberta cuando dijo que nunca había conocido gente que sonriera cuando tuviera resaca. Había una sensación de fin de siglo, de época, de algo. Se sentía demasiada camaradería, alegría de estar juntos. Sería la falta de tiempo, el tiempo que lo pudre todo, o que existía la sensación que de verdad algo bueno iba a salir de aquello. Aquello, siendo el encuentro. Aquello siendo que 38 escritores entre 26 y 39 años iban a encontrar algo en común, viniendo del cono sur o Centroamérica. Si alguien me hubiera preguntado (nadie lo hizo), no habría dudado ni un instante; habría dicho que Calamaro era lo que teníamos en común. “Creo que todos buscamos lo mismo, no sabemos muy bien qué es ni dónde está”. O simplemente todos estábamos fugándonos de algo y Bogotá era el oasis perfecto.

Los encuentros
Todo dependía de qué iban las charlas y dónde eran. A mí no me tocó ninguna que rezara, “El futuro de la literatura latinoamericana” aunque sí me preguntaron los chicos de la facultad de comunicación de la Universidad de los Andes, que hacían un documental sobre el evento, sobre ese futuro. Les respondí que recién me enteraba del presente (porque de los 39, en un rápido recorrido por librerías en Quito antes de agosto, sólo había encontrado libros de cuatro de los treinta y nueve). Me preguntaron por el boom, les dije que había leído a García Márquez y que me gustaba, al igual que Vargas Llosa; no me dejaron continuar. Me preguntaron si quería matarlos y me acordé de lo que dijo Antonio García Ángel, que García Márquez era algo así como su abuelo y uno no va por ahí matando a sus abuelos. Y sí, una los disfruta o les tiene miedo o aprende algo de ellos. Una de las charlas fue en un colegio de las afueras de la ciudad, viajé con Andrés Neuman, que recordaba con cariño Ecuador porque lo habían invitado hace poco para ser jurado del Premio de la Lira en Cuenca, y Daniel Mordzinski que lleva años fotografiando genialmente a escritores del mundo entero. Otra cosa que volvió entrañable y extraño al encuentro: todos los argentinos eran encantadores. ¿Los jurados colombianos se confabularon para que eso ocurriera? ¿Sería para que alguien no tuviera que recordarles el 5-0 en Buenos Aires? Bogotá39 estuvo tan bien organizado que no lo pondría en duda o, quizá, solo fuera una coincidencia. O quizá era el público que nos tenía a todos con el corazón en la mano. En ese encuentro, los colegiales habían llenado las paredes del salón de actos con acrósticos hechos con nuestros nombres: los de Antonio Úngar, Neuman y el mío. Omar Rincón, periodista especializado en televisión y varias veces profesor invitado de la U. Andina, fue el moderador. Después me confesó que se sorprendió de que nos importara la realidad latinoamericana, tenía entendido que a los “jóvenes” escritores sólo les interesaba lo global y lo cosmopolita. A quien le interese el tema les recomiendo el prólogo de Guido Tamayo a la antología de Ediciones B, entre otras cosas dice que para los B39, “la diversidad es el punto de encuentro”, lo que también aplica a sus gustos musicales, como se notó en Punto G. A Volpi le fascina la ópera; a Alejandro Zambra, Charly García cantando en inglés; Rodrigo Blanco se confesó apasionado de los Fania All Star mientras Santiago Nazarín pedía rock clásico a gritos. Nadie le hizo caso y creo que tiró la toalla cuando sonó Daniel Santos a pedido mío. Por lo menos le gusta la música rockolera al hijo de Laura Restrepo, que luego vino a tomarse una foto conmigo.

Y llovía, y llovía
Nunca paró de llover, ni dejó de sonar Julieta Venegas por las calles, taxis, buses y restaurantes de Bogotá en los cuatro días que estuvimos ahí. Una de las frases más escuchadas y que no registré hasta el regreso, decía, “debo confesar que nunca pensé que existía la felicidad”, o algo así. También al regreso, pero nunca en el momento, sentí que no me hubiera cambiado por nadie. Como si el haber estado ahí, me cambió. Una repentina recombinación de células, un estiramiento del cuello acompañado de un crack, un giro de los ojos hacia otro lado. Tal vez exagero, tal vez no pasó nada de eso. Tal vez sólo fueron cuatro días marcados por lluvia. Pero cuando volví, comencé a saquear mi propia biblioteca; encontré libros que no recordaba haber leído, a un Aira totalmente desconocido; encontré un libro de Chang que había comprado en el aeropuerto de Lima hace varios años y lo releí o lo leí por primera vez. Esa era la sensación: que hacía las cosas por primera vez. Como cuando una está enamorada. Había cosas que había olvidado y que ese encuentro me devolvió. El asombro. No me voy a olvidar nunca de las caras de los adolescentes del colegio a los cuarenta minutos de estar escuchándonos, aburridos, queriendo estar en cualquier sitio menos ahí y de pronto Neuman, el de la memoria prodigiosa, recitando un poema de Vallejo. El de su muerte. Todo cambió en el salón; dejaron de moverse, tenían los ojos clavados en Andrés, en las palabras que salían de su boca. Como flechas clavándoles el cerebro. Me había olvidado, salí mareada. Hablar, dos personas hablando y escuchándose. Iba atrás de Gonzalo Garcés y Daniel Alarcón, subíamos las gradas de un edificio, Gonzalo le preguntaba a Daniel cómo había hecho algo, no recuerdo qué, para que funcionara tan bien su cuento “Ausencia”. Lo hacía con real interés. Nunca había visto eso en Ecuador, eso entre dos escritores. Ese instante decidí que me caía bien Garcés. Y que Bogotá era irreal y que se estaba bien ahí. Aunque llovía y llovía en la Candelaria, en el Parque de la 39, en Montserrate, en el aeropuerto. Pero ni así, el avión despegó y se acabó el encuentro.

Un poco sobre Gabriela Alemán.


Gabriela Alemán es una escritora ecuatoriana nacida en Río de Janeiro el 30 de septiembre de 1968. Durante su juventud vivió y realizó estudios en varios países. Se ha desempeñado como guionista, escritora, traductora, jugadora de basquetbol y mesera. Actualmente vive y trabaja en ecuador. Escribe desde 1993. Sus cuentos, entrevistas y artículos han aparecido en publicaciones nacionales y extranjeras. Publicó el libro de cuentos infantiles “En el país rosado” en 1994 con la editorial Exlibris. En 1995 su cuento Anabel fue animado para televisión. Escribió el guión para la serie de radio “Salomé Gutierrez, ex detective privado” transmitida por Onda Verde en Madrid, España y posteriormente por Radio La Luna de Quito.

En 1996 publicó el libro de cuentos “Maldito Corazón” bajo el sello editorial de El Conejo. Escribió el texto para teatro “La Acróbata del Hambre”. En el 2000 publicó el libro de cuentos Zoom con Eskeletra, libro que le mereció críticas muy positivas. En el 2002 publicó la recopilación de cuentos “Fuga Permanente”, también, con Eskeletra. En novelas ha publicado “Boddy Time” con el sello editorial Planeta y su más reciente novela es Poso Wells, publicada en 2007, nuevamente, por Eskeletra. En 2009 publicó "La Cicatriz" con editorial la Cartonera de Riobamba Participó en el encuentro de jóvenes escritores iberoamericanos organizado por el Instituto de la Juventud Española. En el 2007 fue seleccionada para el encuentro “Bogotá 39”, organizado por la Secretaría de Cultura de Bogotá y el Hay Festival Gales, con motivo del Bogotá Capital Mundial del Libro como una de los 39 autores menores de 39 años más importantes de Latinoamérica.

En el 2006 recibió una beca Guggenheim. Realizó el guión y story board del comic “Puertas adentro”, editado por Unicef. Sus artículos académicos han aparecido en diversas publicaciones como el Latin American Journal of Cultural Studies del King's college de Londres y Osa Mayor de la universidad de Pittsburg. Es colaboradora regular desde el 2005, del International Film Guide editado anualmente por Wallpaper Press.

Sus estudios incluyen una Licenciatura en Traducción obtenida en el Reino Unido, una Maestría en Letras otorgada por la Universidad Andina Simón Bolívar y un PhD en cine Latinoamericano otorgado por la Universidad de Tulane en Nueva Orleans.

Los libros.

“Maldito Corazón”

Maldito Corazón es enfrentarse a la Literatura de un espíritu joven y de desbordante creatividad. Cuentos minimalistas; de uno, dos personajes como máximo, Maldito Corazón es una Literatura de historias y de personajes, pero también de ideas; repleto de historias en donde los personajes interactúan con criaturas impensables en eso búsqueda de no estar solos en las historias. Repleto de seres imaginarios como licántropos, vampiros, pulgarcitos y sirenas; Maldito Corazón busca desmitificar a estos personajes, sus vampiros viven solos, pero cada noche se leen el tarot en espera de una visita. Su aterrador e incomprendido Frankenstein internado en un manicomio sin que se tenga certeza de qué o quién es, es en el fondo un ser tierno, preocupado de utilizar sus poderes para crear vida en criaturas vulnerables cuyos intentos siempre fallan y acaban matando a los animales, ese Frankenstein muerto en un cortocircuito era en realidad un Frankenstein femenino esperando un hijo. En Maldito Corazón suceden cosas impensables que a la final conducen al encuentro necesario de dos actantes. Una mujer sale a comprar tabacos y regresa de la calle con una criatura que le destroza las entrañas porque quería crecer amparado en su vientre. Una chica se distrae con una canción de Cristina y los Subterráneos mientras lee un encantamiento, sin embargo el encantamiento resulta y ella termina con un hombre viviendo en su torrente sanguíneo. Una sirena abandona su mar y adopta forma humana para encontrarse con la desolación de amar a alguien que no le corresponde en ese sentimiento.

“Zoom”

Zoom es un libro poderoso, Zoom se lee en una sola tarde, pero deja al lector destrozado, agotado y si embargo sediento, hambriento, con deseo de leer más y de volver a experimentar todo cuanto se vivió durante su lectura. Zoom es una experiencia sensual. El cuento que lleva el nombre Zoom es sobre la sensación olfativa, sobre cómo una mujer desprecia el olor de chimpancé que su cuerpo despide cuando pasa cerca del hombre que la atrae. En “Almuerzo vegetariano” una pobre chica está en un restaurante mientras escucha la macabra conversación que sostienen los comensales de la mesa de junto sobre cómo hervir una cabeza; eran estudiantes de Medicina. No hay cuento que capture mejor la tremulidad de la carne desnuda durante la noche que “Nocturno” en el que una mujer mataría por arrancar palabras de la boca del hombre que duerme junto a ella. Zoom nos muestra la naturaleza del amor, libre y de absoluta entrega e incondicional entrega en “A persona Máxima”. Lleva su propio ritmo, obliga al lector a sentarse, a pararse, a voltear la cabeza, a regresar a ver, a recoger las piernas sobre el vientre. Zoom arranca la respiración y la devuelve en forma de suspiros. Habla sobre la locura que conduce a una mujer a matar a su esposo, sobre el abandono. Sobre el desespero de aquel chico que se ha enamorado de la que sabe es su hermana, pero es un secreto que no le puede revelar, ese chico lleva la “lengua atrapada”. Zoom es visual, olfativo, sonoro, táctil y gustativo como en “La entrega”. Acompañado por ilustraciones de Luigi Stornaiolo, de finales inesperados, de un ritmo apabullador, así es Zoom.



"Fuga Permanente"

Fuga Permanente nos presenta a una escritora con gran maestría en el manejo del cuento, a veces se le escurre de las manos al lector; hay que regresar párrafos enteros para entender exactamente lo que está pasando. Fuga Permanente está cargado de pensamientos; los personajes dudan, hesitan, regresan a buscar en su memoria, aconsejan, olvidan, reflexionan. Fuga Permanente toca un punto escencial del pensamiento; "La Memoria" a la que están dedicada los dos últimos cuentos; a hablar sobre sus mecanismos y sobre lo que pasa cuando ésta nos mantiene hatados al pasado, en el caso del noveno cuento "Asuntos antiguos y distantes", o a explorar qué pasa cuando estamos totalmente exhimidos de ella, en el caso del último cuento "Fuga Permanente". Cuentos como "Todos dudamos al amanecer" que explora el remolino de ideas que pasa por la cabeza de un hombre intentadno crear un nuevo movimiento filosófico o "Crisis I" y "Crisis II" que exploran lo que pasa por la cabeza de los enamorados, cuando dicen una cosa pero realmente están pensado otra. "Murder at midnight" explora el miedo y la paranoia. "Prisión de Ambar" es impactante al ingresar en el mundo de dudas y pensamientos atiborrados que llegan a la cabeza de una reportera que pordría haberse encontrado con un descendiente de Nietzsche en un bar del Paraguay y su último manuscrito perdido. "Las Fuerzas del Mal" nos conduce por los intrincados pensamientos del director de un rodaje cuyos personajes van muriendo sin explicación aparente.

Diez cuentos en una bellísima edición de Eskeletra (El libro se parece a los libros que uno sueña tener cunado es niño; con hojas blancas, letras grandotas e ilustraciones a todo color) que se introducen en el denso mundo del pensamiento y a través de éste, en el del terror y la fuga. Contribuyen a la recreación de este mundo, las ilustraciones de Geracho Arias que acompañan cada cuento; mezclando en ellas el horror, la ternura y el dolor.

“Poso Wells”

Poso Wells es emprender la búsqueda de una realidad para un lugar y unos personajes ficticios tan vívidos, reales y creíbles. La cooperativa Poso Wells no aparece en ningún mapa y sin embargo parece ser cualquier sitio. Varás es un hombre común, de intenciones nobles que lo terminan convirtiendo en héroe, su amigo el Poeta es uno de esos sujetos extraordinarios, positivo y alegre, llegado por vía marítima y salvado de una autopsia que lo habría matado verdaderamente. Viven juntos, tienen deudas, deben arreglar su departamento y gastan el dinero en cerveza, el trabajo de Varas como periodista los conduce a “Poso Wells” en donde iniciará una serie de acontecimientos tan caóticos, pero tan finamente hilados entre sí que simplemente tiene que ser reales. Poso Wells es una ficción tan bien recreada que trasciende la realidad, es como leer un cómic en el que los dibujos saltan de la página. La historia se desarrolla en Quito, en Guayaquil y en la Amazonía; a veces es gracioso como la naturaleza de los hechos ficticios e inverosímiles de la historia, se parece tanto a los que realmente suceden en la política del país, a pesar de su ser personajes arrolladoramente reales, vívidos y creíbles, a pesar de la maravillosa construcción del escenario, en algún momento el lector tiene que despertar; Poso Wells no es real, solo eso es lo increíble del libro: que sea una novela de ficción. Afortunadamente, la contraportada lleva una advertencia: Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Gabriela Alemán como lectora

Cuando se lee a Gabriela Alemán, uno puede darse cuenta de lo buena lectora qué es, de que lee a los autores en las lenguas originales en las que escriben y de que es capaz de hacer suyo lo que otros escriben y permitir que la construyan. El cuento “La Locura” de Zoom está bien trabajado como obra original; pero a la vez se deja alimentar tanto por La Divina Comedia, que al terminar de leerlo, no tuve otra opción. Tuve que comenzar “La Divina Comedia” de Dante Alighieri.

Aquí algo que Gabriela Alemán escribió para el primer número de la revista Literaria “Rocinante”.

Los Libros y Yo

Gabriela Alemán

Según Confucio, hay tres formas de adquirir conocimiento: por imitación, por reflexión, o por experiencia. Los libros pueden acercarnos a las tres: hacen de padres, maestros, amigos. ¿Qué uno está solo en el mundo? ¿Qué la soledad es nuestra única compañera? Basura. Vayan si no y pregunten por ahí. ¿Qué no tienes amigos, nadie te entiende, no sabes que hacer; te aburres, el mundo apesta? Agarra un libro y hablamos luego.
“–Nunca me apoyaste en nada –grita Paula. –¿Y aquella vez que te embriagaste hasta perder el sentido? ¿No te apoyé? ¿Contra una pared? –Responde David.” Si ese diálogo de tres líneas no te hace repensar las relaciones amorosas y ponerlas en perspectiva, y reírte, en vez de llorar, pues tiro la toalla. A mí, por ejemplo, el libro Hombre al agua, de Fabrizio Mejía Madrid, me hace sentir menos sola. Ahí va otra frase, esta de la página 97: “–Me citaré, sin citarme –le respondí–: la gente no cambia, sólo se agudiza.” Miro a mi alrededor y el caos cobra sentido por un segundo o dos.
Me preguntan qué libros me marcaron y diría que ninguno; ninguno dejó una marca como esas que se avientan al rojo vivo sobre el lomo de una vaca. Pero todos, recuerdo que todos, dejaron algo. Algo que se ha ido acumulando como sedimento y me ha hecho lo que soy. Capas de placer, epifanías, goce, conocimiento, golpes como un punch a la quijada que me sacudieron lo suficiente para ver que lo obvio no lo es tanto y que el sentido común es una patraña construida a base de repetición.
Algunos: Las Aventuras de Tom Sawyer de Mark Twain, que fue mi mejor introducción a la viveza criolla; A un Dios desconocido, de John Steinbeck, que me ayudó a entender que hay algo más grande que nosotros, o Just so stories de rudyard Kipling; que me hizo descubrir que existe más de una explicación para la razón de ser de las cosas.
¿Libros que me hicieron mirar al mundo de otra manera que no fuera bajo una pátina de gris? Todos los que escribió Bryce Echenique hasta la década de los noventa. Descubrir a Martín Romaña fue descubrir a un amigo al que nunca más iría a perder. Si lo necesitaba, ahí estaba: en el tercer estante del mueble rojo, a la izquierda. O el libro El Cuarto Sangrante, de Angela Carter, que nunca se ha vuelto a mover de mi velador de noche. Saber que algo siempre va a estar, da cierta tranquilidad. Aliviana el peso que todos cargamos encima.
Que quiero, por un rato, vivir sobre el aire, que reclamo mi dosis de poesía semanal para soportar el tráfico y la cola en la fila de la luz, saco un libro de Watanabe y la atmósfera adquiere una consistencia distinta. Más diáfana, y, a la vez, más aguda. Luego, luego sonrío y aguanto con parsimonia los claxons en la esquina.
Después están esos otros libros que te chupan por completo, que te hacen cambiar de época, país, sexo y te obligan a comerte las uñas mientras los lees, como Crimen y Castigo de Dostoievsky. Con lo corta que es la vida y lo caro que están los pasajes de avión, agradezco a los libros todas las vidas que me permiten vivir. Como en Orlando de Virginia Wolf, he podido ser un niño, adolescente, anciano, ser un hombre, un ayudante de la corte, un prisionero de guerra, un indigente, un monstruo.
A diferencia del cine, donde veo una única versión de una historia, con un libro puedo construir varias imágenes distintas dependiendo de mi ánimo al leerlo. O puedo descubrir nuevos libros en el mismo si lo leo a los 15 o a los 28 o a los 37 y seguramente será otro si lo releo a los 52.
Acabo de descubrir a Pedro Maizal y no paré hasta leer todo lo que había escrito y lo mismo con Barry Gifford y Grace Paley y antes con Maupassant, Edgar Allan Poe, Kafka o Quiroga. Y luego están los lazos que una forma gracias a los libros: los mejores momentos de mi infancia involucran libros y a mi padre leyéndomelos o alguien recomendándome un libro y convirtiéndose en mi amigo de por vida. Si sólo fuera porque los libros vuelven al mundo más amable, ya estuvo. O, ¿me van a decir que no?

Información sobre Gabriela Alemán en Internet:

En este link se puede encontrar un artículo escrito por Gabriela Alemán sobre su intento de publicar Poso Wells como una serie de crónicas en los periódicos nacionales. Chéquenlo:
http://www.piedepagina.com/numero12/html/gabriela_aleman.html



Más información sobre la escritora en:
http://www.all-artecuador.com/articulos.php?idArticulo=210
http://www.tribunalatina.com/es/viewer.php?IDN=4073
http://www.hayfestival.com/bogota/es-autores.aspx
http://www.piedepagina.com/numero12/html/gabriela_aleman.html
http://www.encuentroliteratura.org/alemang.html
http://www.yoescribo.com/publica/comunidad/obra.aspx?cod=27751
http://fiestaporellibroquito.blogspot.com/.../noveno-dia-literatura-y-musica.html
http://www.mecuadorperu.org.pe/La_Cultura_Ecuatoriana.htm
http://www.piedepagina.com/numero12/html/gabriela_aleman.html

Se pueden encontrar artículos y colaboraciones suyas para la revista LiberArte de la Universidad San Francisco de Quito en el siguiente link

www.usfq.edu.ec/liberarte/04/colaboradores.html

También se pueden encontrar colaboraciones suyas sobre cine en la revista mensual del Cine Ocho y Medio


Kenny Oñate.

¿Quienes Somos?

Nosotros teníamos ganas de escribir y un día que fuimos a la Casa de la Cultura nos encontramos con todos estos chicos que no quieren ver NI EN PINTURA. Al mirar la mitomanía de todos, a ira se conjugó en el papel; yo miento, él y ella también y todo se tradujo a la forma anormal de una amistad, donde se fusionó el mito, la norma, lo gótico, lo brutal. Odiamos la verdad y nos sumergimos en la alegría de la literatura. Ideas perdidas surgen en sueños de burbuja y la sensibilidad adopta formas incitantes, estampándose esencias literarias en una única complexión denominada "Ni en Pintura".

Entramos a mirar discursos diferentes, mirar puntos de vista.
Mirar mundos y culturas diferentes,
Mirar un espacio de colores y palabras
Que te lleven a puntos infinitos…
Cosas que nos unieron y nos dieron química
Para escribir en diferentes estilos y formas de pensamiento
Que reflejan en sí un grupo llamado “Ni en Pintura”

Ni en pintura es la audacidad y vertiginosidad de espíritus jóvenes trabajando en creación literaria y artística; un mestizaje de influencias para escribir, de vivencias, de formas de pensar, de lenguajes, de tonos, de registros.

Y así somos, una mezcla de todo, de diferentes gustos y estilos que decidió unirse y formar un grupo literario. Estamos listos para contarles lo que hace un grupo literario conformado, en su mayoría, por adolescentes; contarles de distintos autores ecuatorianos y de lo que sea que se nos ocurra.

David, Dieggo, Kenny, Karen, Erika, Olga, Caro y Gabby.

¿Qué es NienPintura?


Un grupo literario, casi nuevo, del Ecuador.