PUENTE

Por: Kenny Oñate

Tae-wa recorrió parsimonioso el puente colgante que conduce desde el jardín de los cerezos hacia la otra orilla del río. Del otro lado estaba Ming-yi, cuya belleza era capaza de extasiar el grito del cisne. Se encontraba ataviada en un vestido tradicional de seda decorado con flores de Loto. Su mirada se concentraba en la danza de la luna sobre el río. Tae-wa se sentó junto a ella en la estrechez del puente.

-¿Cómo es que tu piel es tan blanca, Ming-yi?
-Mira el tigre –Replicó ella.
-¿Cómo es que tu piel es tan blanca, Ming-yi?
-Mira el dragón –Respondió esta vez.
-¿Cómo es que tu piel es tan blanca, Ming-yi?
-Mira el saltamontes –Pronunció tranquila.
-¿Cómo es que tu piel es tan blanca, Ming-yi?
-Mira la ciudad prohibida –Le dijo
-Me pides que mire todas esas cosas, pues no las veo. Solo veo la blanca brillantez de la luna reflejada sobre el agua y sobre tu rostro.
-Pues no has visto nada –Sentenció Ming-yi

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