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SUBIR Y BAJAR

De poco a poco se está haciendo tarde afuera. Las sombras se abren paso por la urbe. Los espectros empiezan a salir de su escondite. Todo se vuelve tan distante. Todo se vuelve tan irreal. El frío no tiene compasión con las visiones que deambulan en la noche.

Allí va ella. Lo único que se oye es su caminar en medio del callejón. Allí va ella huyendo de los malditos recuerdos. Corre, corre. Escapa de sí misma con una lágrima adornando su rostro. El miedo acecha. La mentira se convierte en realidad. Va ella sin un rumbo, va ella sin tener a donde llegar.

“Ven aquí. Yo tengo la respuesta. Solo toma mi mano y vas a ver que encontrarás una salida. Acércate un poco más... Solo un poco más... Esta es la poción que necesitas. Solo déjate llevar… Solo déjate llevar…”

Se deja caer en el húmedo suelo. Las siluetas lentamente van despareciendo. El cielo se tiñe de rojo. Y se eleva. Siente que se eleva en la oscuridad. Se abre paso a través del tiempo. Acaba de olvidar su nombre. No recuerda tampoco quién es. Solo sabe que va más alto. Más alto. Pronto va a tocar el cielo. Las mariposas vuelan alrededor de su cabeza. Los duendecillos le regalan una sonrisa pasajera. Está flotando. Flota, flota, flota. ¡Qué pequeñas se ven las cosas des de arriba!. Sus problemas están ocultos bajo el mismo puente en el que se dejó abatir. Los enemigos lucen como hormigas cuando uno se encuentra al borde del limbo. ¡Sí, sí!… jamás había sentido algo como eso. Flotaba, flotaba, desde lo alto de un rascacielos. Le sonríe a la luna, que es la única cómplice de su desaparición. Y ahora toca el descenso. Cada vez más bajo. Se acerca aún más al suelo. Ve la cima tan lejana. Las estrellas retoman su color. El rojo del cielo se convierte en escarlata. Ahí va. Ahí va. Cae con fuerza. Sus gritos no son audibles. Cayó. Dolió mucho… dolió mucho…

El crepúsculo le cede la gloria al anochecer. Las estrellas no brillan esta noche. Las luces de los faros desfilan como pequeñas hadas en medio del silencio. Nuevamente lucen las apariciones. Otra vez los edificios se convierten solamente en vacios bloques de negrura.

Allí va ella. No está corriendo. Solo escucha su respiración a medida que se acerca al final de esa calle. Tranquila, va tranquila. Pronto llegará. De eso está segura. No se debe perder la convicción. Contiene su llanto. Sus lágrimas se ahogan dentro de sí. Esta a punto de caer en manos de la desesperación.

“Ven aquí. Yo tengo la respuesta. Solo toma mi mano y vas a ver que encontrarás una salida. Acércate un poco más... Solo un poco más... Esta es la poción que necesitas. Solo déjate llevar… Solo déjate llevar…”

Toma asiento sobre el frio asfalto. Los miedos de poco a poco se esfuman como el humo con el viento. Las personas la miran. Pero eso no importa. Ya casi son como pequeños puntos oscilantes en medio de la infinidad del espacio. Allí va ella. Cada vez más alto. Asciende y asciende. Con intención de llegar a la meta. Alrededor suyo solo pasan los rostros que alguna vez le hicieron daño. Sus heridas están cicatrizando. Sube, sube. Está a punto de llegar. La cima brilla aún más que su sol muerto. !Oh si, oh sí!. ¡Qué bien se siente volar!. Qué bien se siente estar encima de todo. El viento avasalla sobre su cuerpo. Una sola sonrisa aparece tímida en su rostro. Grita. Grita aún más fuerte. Se escucha todo al hacer eco. Y ahora no teme. No le teme a la caída libre. Ahí va ella nuevamente. No es más que un cuerpo cayendo desde el borde. Arriba solo ve la frontera. Ya no es tan malo. Vale la pena. Solo mira las lágrimas brotar de su rostro y escalar como lo hizo hace un momento. Se acerca el final. Ahí abajo descansa su cuerpo. Solo cierra los ojos y se prepara para la colisión. Cayó. Ya casi no duele… ya casi no duele.

El astro de la media noche le ha quitado su sitio a la brillantez. Las calles se tornan criptas oscuras. Los palacios encantados sacan a relucir un fantasma. La maldición acecha la ciudad. La lluvia azota a sus desafortunados.

Una silueta aparece otra vez en el callejón. Ahí va ella, como un cuerpo sin vida. Con una sonrisa falsa en el rostro. Camina con sus ojos radiantes de ansiedad. Acompañada solamente del leve dolor que acecha en los brazos. Allí va ella sin temor a que alguien la esté buscando. Sabe a lo que va. Tiene un rumbo. Tiene un sitio al que nadie jamás podrá entrar.

“Ven aquí. Yo tengo la respuesta. Solo toma mi mano y vas a ver que encontrarás una salida. Acércate un poco más... Solo un poco más... Esta es la poción que necesitas. Solo déjate llevar… Solo déjate llevar…”

Casi un cadáver yace solo en la oscuridad. Esta es la batalla final. No hay miedo. Ya no existe temor hacia su misma sombra. Solo quiere huir al tope de la eternidad. Nuevamente se despega del suelo. Sube, sube, sube. Casi olvidaba lo bien que se siente ir por aquella escalera a la cima del mundo. No importa nada. No importa nada cuando ya se ha bebido la pócima. Las lágrimas terminaron la noche anterior. Solo una vez más. Por favor. Solo quiere sentir una vez más lo que es tomar velocidad a través del cielo. Más arriba. Ya está cerca. La punta de la montaña luce nublada en esta ocasión, pero así es mejor. Sí, así mejor. Ahí va ella. Tan liviana. Más hermosa que nunca. Apenas le quedan fuerzas para reír entre esa pulcra sensación. La brisa envuelve su ser reglándole los besos que nunca le fueron otorgados. Los espíritus le toman entre sus brazos dándole el cariño que nunca logró. Sí. Es fantástico. Es suficiente encontrarse en lo alto. No quiere más que contemplar la nada desde la rama de un desconocido árbol. Ha pasado la puerta. Solo basta un segundo. Un segundo de su corto tiempo para convertirse en una verdadera princesa. Ahí va ella. Siente el vacío dentro de sí. Suspendida en el aire cede el paso al descenso. Caer. Empieza a caer. No lo siente. Ya nada se siente después de aquella experiencia. Más rápido. Su cuerpo procede aún con más fuerza. Intenta aferrarse a las alturas pero ya es demasiado tarde. Ha desfallecido más allá de la tierra. Ha sobrepasado su misma imagen. Ya no hay nadie que pueda librarle. Cayó. Ya no duele… no duele nada. Su ser sigue y sigue, camina hacia el fin de la eternidad.

Erika Rosado.

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