Fragmentos

Me vino a la memoria una historia que había leido no sé dónde de tiempo atrás. Hablaba de un hombre que comía y bebía sin parar mientras esperaba no sé qué. Tuve que hacer serios esfuerzos para, al final, recordar que se trataba de Adiós a las armas de Hemingway. El protagonista (del nombre no me acuerdo) huye de Italia a Suiza en un bote. Allí, en una pequeña ciudad, espera a que su mujer dé a luz y, mientras tanto, entra una y otra vez en el café de enfrente para comer y beber. Apenas me acordaba del argumento. Lo único que recordaba era esa escena, cerca del final, en la que el protagonista no para de comer y beber mientras espera en un país extranjero a que su mujer dé a luz. Lo recordaba porque me pareció que transmitía una fuerte sensación de realismo. Me parecía más verosímil que, en literatura, la ansiedad despertara un hambre canina en vez de impedir la ingestión de un solo bocado.


En la realidad, a diferencia de Adiós a las armas, mientras esperaba paciente a que algo sucediera, encerrado en aquella casa silenciosa mirando las agujas del reloj, yo apenas sentí apetito. Y entonces, de repente, se me ocurrió preguntarme si esta falta de apetito no sería fruto de mi carencia de realismo literario. Tuve la impresión de formar parte de una novela mal escrita. Y de que alguien me acusaba diciendo: "No eres verosímil". Quizá fuera verdad.

-Haruki Murakami, Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, Maxi en Tusquets, edición de febrero del 2008, página 257.

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