Kenny Oñate
Fotograma de la Película "Princess" de Anders Morgenthaler
“En uno de esos tantos días de tus ausencias,
descubrí que la amistad tiene un nombre, un rostro, un aire:
tu nombre,
tu rostro,
tu aire”
A título personal, Teatro la Candelaria
Cuando te vas, aletargo el tiempo. Lo arrullo hasta detenerlo y hacerlo dormir. Mas, cuando estoy contigo; tengo esa sensación de ver el tiempo a través de un rotoscopio o de una super8. Es como si yo no estuviera allí, sino viendo con ansias lo que pasa desde la vitrina de una gran nostalgia; un fotograma polarizado, a blanco y negro, envejecido. Pasa tanto tiempo entre las ocasiones en que te veo, que termina por parecer que no está sucediendo; que es algo que estoy recordando.
Hay tantas cosas que sueñan con ser una estrella ¿sabes? Una semilla, la hoja de un árbol, una gaviota. Cuando tú estás, mil niñas verdes danzan desde los árboles y desde el cielo. Son estrellas, de seguro no las has visto, porque solo puedo verlas yo desde mi cámara, es como un efecto añadido tras editar una película. Mataría por que hubieras visto tan solo una.
Ese lugar con niñas verdes en cuya sombra te escondes protegido por mi abrazo es solo otro de los tantos sitios que tengo para ti y en los que termino por no estar. Sin embargo, hay lugares en los que estamos juntos. Lugares que, por no estar a merced del tiempo, no se ven como el sitio con árboles del que te hablé y lugares que no se ven desde mi super8 porque no pueden ser recordados. Son lugares que veo sentado en una butaca, representados sobre las tablas de un teatro. Todos tenemos un lugar en el que nuestros muertos son incapaces de morir; ese lugar se llama nostalgia, en ese lugar tú y yo terminamos por encontrarnos. Es bueno saber que no me dejaste morir, pero también es triste preguntarse, ¿cuántas veces he muerto para ti? Y ¿Por cuánto tiempo? Morir duele.
Cuando voy al teatro y termino por ver algo que quisiera que veas; el mecanismo de la super8 se arruina, jamás he podido llevarte al teatro. Jamás creerías lo que te has perdido de ver a través de mis ojos.
Volvamos al sitio en el que te tengo abrazado, si amplío la imagen puedo apreciar el rostro de las personas que pasan y nos miran. Esas personas notan que, de los dos; aquel cuyo cuerpo asemeja más al de un hombre es el tuyo, mientras el mío es más cercano al de un niño. De ello, que les resulte inusual que sea yo quien te tiene abrazado a ti. Ellos no se preguntan quién de los dos debe cuidar a quién. Cuál de nosotros debe tomar de la mano al otro y llevarlo, protegerlo. Pero… Si te miras y me miras y creamos para los dos, solo un close up de mi super8, descubrimos en la mirada del otro, esa complicidad que ha llevado a que sea yo quien cuide de ti.
Está, tan concurrida nuestra amistad, tan repleta de ausencias, tan poblada de palabras como lindo y tierno, tan llena de sitios de mi super8. Amo con singular devoción aquel en que lo primero que capta la cámara; es un acantilado donde las gaviotas despiertan llorando porque amanece y no han logrado convertirse en estrellas. ¿Te imaginas? Cielo de despertar en la playa, colores como dibujados con acuarela, gaviotas emprendiendo el vuelo con los ojos llenos de lágrimas. Es bellísimo, pero infinitamente triste. La cámara sigue el vuelo de las gaviotas hasta que se pierden en el horizonte, realiza una americana de la bahía y se encuentra con nosotros recostados sobre la arena mirando el cielo amanecer, suena el mar en calma:
-Soy como esas gaviotas ¿sabes? Un día saldré volando.
-¿Puedo ir contigo?
Y solo en ese lugar, en ese amanecer en el que te siento tan niño y me siento responsable de protegerte; aprendo que soy yo quien debe darte la mano cuando tengamos que seguir un sendero, quien debe abrazarte y cuidarte.
Los textos en cursiva son textos modificados de la obra Cantores del Teatro Simurgh, de la obra A título personal del teatro La Candelaria, así como de las películas Princess y Blade Runner