La nunca bien ponderada Dosis de Poesía
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Eugenio Ionesco: El mayor exponente del teatro de lo absurdo
Ionesco
En "La Lección", la alumna repite constantemente "Me duelen las muelas" para responder a todo lo que se le pregunta y para expresar cada sentimiento; mostrando así lo absurdo del lenguaje cuando la otra persona no establece comunicación efectiva con quien habla. Uno podría decir cualquier cosa, que da lo mismo: es absurdo.
VLADIMIR: No podemos.
ESTRAGON: Por qué?
VLADIMIR: Esperamos a Godot
ESTRAGON: Es verdad. Estás seguro de que es aquí?
VLADIMIR: El qué?
ESTRAGON: Donde hay que esperar
VLADIMIR: Dijo delante del árbol (señala el árbol) Ves algún otro?
ESTRAGON: Qué es?
VLADIMIR: Yo diría un sauce llorón
ESTRAGON: Dónde están las hojas?
VLADIMIR: Debe haber muerto.
ESTRAGON: Se acabó su llanto.
VLADIMIR: A menos que no sea tiempo.
ESTRAGON: Y no sería más bien un arbolillo?
VLADIMIR: Un arbusto
ESTRAGON: Un arbolillo.
El teatro debe extrapolar esta experiencia absurda a la vida del espectador, o si se quiere, el absurdo vital debe extenderse a la forma teatral, de manera que los elementos dramáticos como el diálogo, el escenario o el vestuario se vuelven absurdos, pierden su sentido lógico y racional. La propia línea de acciones en escena se basa en situaciones sin explicación y preguntas que quedan sin respuesta. Este teatro, además de la falta de sentido en la vida humana y la soledad, pretende exponer la dificultad o imposibilidad de la comunicación efectiva entre las personas. Al respecto de la filosofía del absurdo, G.E. Wellwarth dice que "el hombre vive en el mundo pero no lo entiende ni entiende su función en él. Es un extraño, un desplazado, colocado en el centro de un mundo que se le antoja un alucinante vacío. En este desierto el hombre opera anestesiándose mediante creencias artificiosas, más o menos plausibles: sumergiéndose en una cómoda rutina que le proporciona la sensación de tener algún significado, engañándose a sí mismo con la convicción de que no está solo. Ionesco se concentra principalmente en mostrar a su público la soledad en que se encuentran los seres humanos y la insensatez de las acciones cotidianas que constituyen la mayor parte de su existencia terrena." De esta manera sus obras llevan la cotidianidad humana hacia lo paradójico, para que el espectador se sorprenda y hasta se ría de su propio absurdo. Más allá de la mera ridiculización de situaciones banales, las obras de Ionesco dibujan de modo tangible la soledad de los humanos y la insignificancia de la adoración a ídolos vacíos, entre otros temas.
Kenny Oñate
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Lo vergonzante de vivir más de 25 años en este mundo
Con tan solo 25 años se suicidó, una vez que recibió en sus manos la copia de su novela publicada "Qué viva la música" de una editorial argentina. En ella escribe que es una vergüenza vivir más de 25 años en este mundo, convirtiendo a su suicidio en un acto de honestidad.
Lideró el Cineclub de Cali, una casona al estilo "The Factory" de Andy Warhol en donde otros jóvenes debatían y criticaban las películas que Caicedo decidía proyectar. En el año 70, con 19 años ganó el Primer Concurso Literario de Cuento de Caracas.
Su obra habla sobre las problemáticas sociales en el universo urbano contemporáneo, a diferencia del realismo mágico, que si se quiere era la "Literatura dominante" del contexto temporal en que vivió Caicedo; que se centra en un universo rural extemporáneo. De esta manera, su obra se convirtió en un hito para las nuevas narrativas latinoamericanas, alejadas del "boom", se detecta gran influencia Caicediana en los nóveles escritores colombianos, un ejemplo de ellos es la novela "Opio en las nubes" de Rafael Chaparro.
Es debido a esta renovación en la temática que plantea Caicedo; que Alberto Fuguet se refiere a él como "El primer enemigo de Macondo" y al respecto de su suicidió escribió: "Caicedo es el eslabón perdido del boom. Y el enemigo número uno de Macondo. No sé hasta qué punto se suicidó o acaso fue asesinado por García Márquez y la cultura imperante en esos tiempos"
Etiquetas: Andrés Caicedo , Kenny Oñate , literatura latinoamericana
Álbum de Familia por Gabriela Alemán
Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
Regresas al cuento luego de varios años. ¿Cómo tomaste este retorno al género?
El último libro de cuentos lo escribí en el 2001. Y fue un libro llamado Fuga permanente. Y fue una época en la que vivía fuera de Ecuador, en Nueva Orleans, estudiando. Y al encontrarme lejos de Ecuador y poder mirar un poco desde afuera, me hizo pensar que necesitaba contar historias relacionadas a ciertos espacios geográficos que me interesaban. Y en ese momento escribí un poco sobre los lugares en los que había vivido: Paraguay, Nueva Orleans… y de eso han pasado nueve años. Y de pronto, cuando Alvaro Lasso me propuso escribir un libro para presentarlo en esta feria llevaba tres años sin escribir nada. Lo último había sido la novela Poso Wells del 2007. Y Alvaro me abrió una puerta, porque en algún momento me detuve y me pregunté si valía la pena seguir escribiendo. Para qué escribe uno. Y en esos tres años de pensar y darle vueltas, y gracias a esta oportunidad, reparé que lo que a mí me fascinaba de la literatura eran las historias. Y me pareció que el cuento era una manera de volver. Es un género que a mí me gusta mucho. La novela necesita de un largo aliento que necesita mucha disciplina. Después de tres años yo sentía que estaba para carreras de cien metros pero que no estaba lista para carreras de 15 kilómetros.
¿Cómo fue el proceso de este libro?
Al principio, lo que empezó como un calentamiento empezó a tomar forma cuando le puse el título al libro: Álbum de familia. Y a partir de allí empezaron a salir los cuentos y me pareció que ese era el libro que tenía que escribir. Pero fue un regreso afectivo, sobre todo.
Al repasar tu obra se advierte una predilección por la literatura fantástica. ¿Cómo surge esta fascinación por lo fantástico?
En estos tres años que estuve dándole vueltas al tema de la literatura, siempre vuelvo al hecho de que si escribo es porque me encanta leer. Y los libros que más placer me han dado en la vida son básicamente de literatura fantástica. Descubrí a Silvina Ocampo y me volví loca. Leí a Bioy Casares y no paré hasta comprarme todos sus libros
¿Qué es lo que te seduce de lo fantástico?
Después, elaborando el porqué me interesaba tanto, llego a la conclusión de que es un género que permite decir una cosa, pero en realidad te estás refiriendo a otra. Que al final, pienso yo, es lo que hacemos todos los días al intentar comunicarnos. Parece que todo es transparente, que el diálogo fluye, pero en realidad hay varias corrientes de sentido que están yendo y viniendo entre dos personas. Y me parece que la literatura fantástica reúne como dicen la condensación de la esencia, el tratar de entender lo oculto, lo tabú, lo no dicho, lo que hace temblar la tierra y a lo que nadie se refiere.
En este libro uno de los elementos que me atrajeron es la recreación de atmósferas particulares…
Sí, fue algo que me senté a trabajarlo. En el primer cuento (“Bautizo”) que es un poco el entregarse a un mundo desconocido, que es este mundo del mar, pero es el mundo también de la muerte, que nadie sabe hacia dónde va, pero que todos vamos a acabar desembocando en él. Y que es mucho más fácil respirar junto a él, que resistirse a él. Como cuando se bucea: si se resiste al agua uno se ahoga; si nos dejamos llevar, podemos. Igual la vida lleva a la muerte, y la muerte no hay que frenarla, no hay que entorpecerla, es parte de. Y me pareció que recrear ese tránsito difícil para la gente que muere y para los que quedamos podía funcionar esa atmósfera de distancia, de un mundo subacuático que nos es completamente ajeno, pero que está allí. Y lo que hice fue tratar de dar esa distancia en tiempo y espacio a través del agua para pensar la muerte.
Y el final del cuento tiene, además, un tono fantástico…
Sí, siempre hay una puerta abierta. Es algo que intenté en todos los cuentos, mantener un juego con el lector. No entregar verdades absolutas y sin la posibilidad de que el lector arme otra historia con su experiencia, con su lectura.
Ahora que en un inicio mencionaste Poso Wells, recordé que se trata de una novela que tiene elementos de la ciencia ficción. Y que, además, desde el título uno encuentra un guiño a H. G. Wells…
Sí, porque cuando yo tenía 14 años descubrí un librito maravilloso de Wells, de 80 paginitas, que se llama El país de los ciegos. Y ya en ese momento yo ya era una gran lectora de Wells, me encantaba. Y de pronto al abrir la primera página descubro que uno de mis autores favoritos de ciencia ficción, del siglo XIX, está hablando de Ecuador. Y yo me volví loca. Y fue algo que se quedó allí. Pero hace unos cinco años, cuando me mudé de casa al fin pude lograr que las cajas de libros guardadas donde mis papás, mis hermanos y mis amigos se reunieran en un solo espacio. Y sacando los libros encontré El país de los ciegos. Y vino todo nuevamente a mí, y me dije: yo tengo que continuar esta historia pero en el siglo XXI.
Sabes mucho de literatura peruana…
Es una de mis literaturas preferidas…
¿Qué autores te agradan?
En narrativa varios. Alfredo Bryce Echenique, por ejemplo. Cuando lo descubrí me hizo girar la cabeza 180 grados y entender por primera vez que el humor podía ser parte de una literatura de verdad seria. Que no era una literatura menor para nada. Y después, Julio Ramón Ribeyro. Y después, claro, Mario Vargas Llosa, José María Arguedas, Ciro Alegría. Y José Watanabe, Blanca Varela… en poesía como que es enorme el campo… Antonio Cisneros, y así puedo seguir dando nombres. Y luego gracias a las editoriales pequeñas de ustedes que se mueven mucho he podido acercarme a autores nuevos de acá. Conseguí la antología Matadoras, de narradoras; y allí he conocido a varias. Antes había leído a Rocío Silva Santisteban, Iván Thays. Desde el siglo XIX en adelante la literatura peruana es una referencia no sólo para ustedes, sino a nivel mundial.
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Entrevista Pedro Escribano
–Dicen que Ecuador es una “línea imaginaria”, pero en tus cuentos revolotea.
–Me interesa mucho pensar en Ecuador desde la literatura. No me interesa hacer sociología o un discurso político. El espacio de la literatura debe ser ese. Pienso que el campo de la literatura es un campo amable que permite el diálogo, la reflexión a través de una historia.
–¿Y tus ficciones vienen a través de historias de familia.
–Sí, el primer recuerdo grato que tengo de la infancia son las historias que me contaba mi abuela, las historias que me contaban mis padres y en esas historias siempre está Ecuador de contexto. No era la Historia, era la historia familiar de cómo llegó la abuela, cómo se casó o cómo mi madre, que trabajaba en una librería, cerraba la tienda para ponerse a leer, pero siempre había trasfondos históricos. Creo que llega un momento que para entenderse uno mismo tiene que recorrer sitios, pero para volver al mismo sitio. El sitio al que he vuelto es de las historias de mi familia, que es, de algún modo, la historia de la familia ecuatoriana.
–Álbum de familia, ¿llegaste a conocer a José Watanabe?
–No, tengo muchos amigos que estudiaron con él y fueron sus amigos. Hubiera sido un gran honor conocerlo. Este libro no intenta dialogar con el libro de José, pero sí hay una referencia afectiva de un autor que me ha marcado mucho en la escritura porque me parece que ese humor que traspasa en su poesía es un humor que da chispas a la literatura. Este es mi homenaje y además me ha publicado una editorial peruana y lo presenté aquí.
–O sea, estás engreída.
–Sí, y encantada (risas).
–Tras memorias de guerras, ahora aquí te publican...
–Lo presenté el 28 de julio. No lo dije, pero se me puso la piel de gallina. Felicité al público en sus Fiestas Patrias, y creo que es lo que uno tiene que hacer cuando es país hermano. Eso antes no se podía hacer.
–¿Tus personajes tienen un fuerte componente psíquico…
–Ahora último me rondan temas, uno de ellos es tratar de entender qué significa la muerte. Y me parece que ninguno de los temas que están tratados en mis cuentos son temas con una única verdad, que tienen una única definición. Esos temas son el amor, la fraternidad, la amistad, etc. Creo que en ese lugar de ambigüedad reside la literatura. La literatura no es un lugar de respuestas, sino de preguntas, y de preguntas que no son fáciles de responder.
–En un cuento, la esposa al abrir un cajón descubre quién era en realidad su esposo.
–Sí, en ese cuento descubre toda una faceta de una persona que ha compartido 30 años de vida con alguien y descubre que era un desconocido absoluto.
–¿Te pareces a ella?
–(Risas) Últimamente me gusta que los secretos desaparezcan. Creo que uno de los sentidos que tiene la literatura es quitar esos velos. Ese es el sentido de Álbum de familia.
–Buscas crear atmósfera.
–Una de las cosas que me planteé hacer con este libro fue escribir un libro como a mí me gusta leer, que los autores no me entregan verdades selladas en una caja con un moño y me digan aquí está el mundo. Me encantan los autores que me provocan reflexionar, dudar, pero que me entretienen. Hay que jugar con el lector, entregar pistas.
–La historia, pero también hechos recientes, Lorena Bobbit, por ejemplo.
–Sí, el libro hace guiños en eso. En un álbum de familia siempre se oculta al malo o lo malo, no importa cómo. En la historia reciente de John Bobbit ha funcionado eso. No puede haber un tipo más absurdo y que representa un poco lo que se está volviendo esta sociedad mediática. Salió en los reality show diciendo que sigue amando a Lorena, que no la olvida cuando la historia real fue terrible en todos los sentidos para él y para ella y lo que significó en términos simbólicos. Pero no, de pronto se convierte en circo para llamar la atención nuevamente hacia él. Hice un cuento irónico, satírico, de burla al estado de las cosas, no sobre John Bobbit ni nadie, solo es un pretexto para decir cómo está funcionando el mundo, mediático, sin pensar en lo terrible que hay tras ello.
–¿Cuál es tu acercamiento a la literatura peruana?
–Muy cerca. Ayer comencé a leer un libro que tiene un comienzo maravilloso, El futuro de mi cuerpo, de Luis Hernán Castañeda. Estaba muerta de cansancio, pero me quedé hasta la una de la mañana. He leído a Carlos Yushimito, Iván Thays, Rocío Silva, Santiago Roncagliolo, las lista es grande. Aquí se publican antologías. A Luis Hernán lo leí en antología para colegios, había varias generaciones. Leo Etiqueta negra, hace 2 años publicaron Narradoras peruanas...
–Sabes todo, pareces espía.
–(Risas… ¡espía japonesa!) No, es que me interesa. Sabes, mi abuelo era escritor y en la casa había libros de Arguedas, Alegría, Ribeyro. Yo me formé leyéndolos. Bryce me abrió un mundo entero. Ah, la poesía de ustedes nunca se acaba.
–Levantas una piedra y debajo hay cinco poetas…
–(Risas) Síííí, y lo mejor es que son buenos.
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Lo que sale de las librerías
En esta ocasión, les voy a hablar sobre dos libros ecuatorianos que la primera vez que pregunté por ellos en las librerías tuve el placer de escuchar: "Está agotado"
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Kamastro de Matuta por Freddy Ayala Plazarte
El viaje hacia la inmortalidad
Alexis Cuzme
Así el mar, arena, sal, isla, puertos, escamas, espuma, medusas, cardumen, anémona, son referentes precisos de lo que encierra este coral poético.
“El océano dibuja un ataúd”, nos dice el poeta, convertido en Nadie, acercándonos a su concepción vista desde el mar, desde lo líquido, donde la pureza y los seres desconocidos -más allá de los sometidos y depredados- aguardan su momento de furia contra el hombre. Alistándose para recrear: “la funesta trampa del mar”.
Kamastro de Matuta es una obra mística, sin pretensiones exageradas de poesía intelectual (sí, el lenguaje puede mostrarnos otra cosa). Sus elementos y metáforas han logrado que sea un libro para elegidos por la paciencia, o sea para todos aquellos que no esperan leer y entender -sobre todo- poesía al instante, si no que comprometidos con la labor desentrañable de las palabras.
Estamos ante la propuesta de Ayala Plazarte, un poeta cuya obra posee un registro personalizado, que abarca el presente no explícitamente como se quisiese encontrar sino todo lo contrario, acudiendo a lo implícito, desarrollando toda una propuesta hermética donde las fisuras no puedan corromper las galerías de esta nave.
Al igual que Ulises, en su travesía por llegar a Ítaca, va encontrando y enfrentando adversidades físicas y abstractas, así el lector deberá hacerle frente a monstruos metafóricos acechando en cada poema. No es una poesía ligera buscando la masificación (como la actual poesía contemporánea ha demostrado en sus distintos representantes en Ecuador), puesto que Ayala Plazarte lo que busca es convertirse junto a su obra (como Ulises: personaje, metáfora, hombre, Nadie).
Es evidente que Ayala Plazarte, en este su Kamastro de Matuta, su barcaza alejada del Aqueronte, de Creta, de la isla de Polifemo, ha fijado su rumbo hacia la tierra prometida donde la creación poética es un todo o nada, donde las resignaciones a lo mediocre no son opciones de ultimátum. Así nos lo asegura la voz que recorre este poemario, que no flaquea en ningún momento y se refuerza en la subjetividad de cada verso.
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Fragmentos de libros: City de Alessandro Baricco
Decía Shatzy que costaba como cuatro cervezas.
Sed de ella en los pantalones de toda la ciudad.
Ateniéndonos a los hechos, ella fue hasta allí para ser maestra. Habían convertido la escuela en un almacén, desde que se marchara la señorita McGuy. Y, en un momento dado, llegó ella. Lo arregló todo y los chiquillos empezaron a comprar libretas, lápices y todo lo demás. Según Shatzy, sabía lo que se hacía, y utilizaba libros comprensibles. Incluso hasta los muchachos mayores le encontraron el gusto, iban cuando podían, la maestra era hermosa, y al final conseguían leer las frases escritas bajo los rostros de los bandidos, los que colgaban en la oficina del sheriff Se trataba de chicos que ya eran hombres. Ella cometió el error de quedarse, a solas, con uno de ellos en la escuela vacía, una tarde cualquiera. Se abrazó a él, e hicieron el amor con todas las ganas del mundo. Después, cuando aquel asunto dio en saberse, los hombres habrían hecho oídos sordos, pero las mujeres dijeron que era una puta, y no una maestra.
En efecto, dijo ella.
Cerró la escuela y empezó a trabajar al otro lado de la calle, en una habitación del primer piso del saloon. Sutiles son las manos de la puta de Closingtown, sutiles. Se llamaba Fanny.
Todos la querían, pero sólo uno la amaba, y era Pat Cobhan. Se quedaba abajo, bebía cervezas, y esperaba. Cuando había terminado, ella bajaba.
Hola, Fanny.
Hola.
Iban arriba y abajo, desde el principio hasta el final de la ciudad, agarrados, en la oscuridad, y hablando de aquel viento que nunca cesaba.
Buenas noches, Fannv.
Buenas noches.
Pat Cobhan tenía diecisiete años. Verdes eran los ojos de la puta de Closingtown, verdes.
Si quieres entender su historia —decía Shatzy— tienes que saber cuántos disparos tenía en aquel tiempo un revólver. Seis.
Ella decía que era un número perfecto. Piénsalo. Y haz sonar ese ritmo. Seis disparos, uno dos tres cuatro cinco seis. Perfecto. ¿No oyes el silencio, después? Ése sí que es un silencio. Uno dos tres cuatro. Cinco seis. Silencio. Es como una respiración. Cada seis disparos es una respiración. Puedes respirar rápidamente, o lentamente, pero cada respiración es perfecta. Uno dos tres cuatro cinco. Seis. Respira el silencio, ahora.
¿Cuántos disparos tenía un revólver?
Seis.
Y entonces te contaba aquella historia.
Pat Cobhan ríe por lo bajo, con espuma de cerveza en la barba y olor a caballo en las manos. Hay un violinista que toca y que tiene un perro amaestrado. La gente le tira una moneda, el perro va a recogerla y luego vuelve hacia su amo, caminando sobre las patas traseras, y le mete la moneda en el bolsillo. El violinista está ciego. Pat Cobhan ríe.
Etiquetas: Alessandro Baricco , fragmentos , Novela
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