Pocas personas han logrado capturar y plasmar los pensamientos y sentiminetos de los niños en la literatura, uno de ellos es José Mauro de Vasconcelos.
Colocó los anteojos en su lugar e intentó concentrarse en la lectura. Pero no salí de mi rincón
-¡Que pena!...
La exclamación sonó tan sentida que de nuevo se llevó los anteojos hacia la punta de la nariz-
-No puede ser, cuando te empeñas en una cosa...
-Es que yo vine de casa y caminé como loco solo para contarte algo...
-Entonces vamos, cuenta...
-No. Así no. Primero quiero saber cuando vas a cobrar la jubilación.
-Pasado mañana.
Sonrió suavemente, estudiándome.
-¿Y cuando es pasado mañana?
-El viernes.
-Y el viernes ¿no vas a querer traerme un "Rayo de Luna", del centro?
-Vamos despacio, Zézé. ¿Qué es un "Rayo de luna"?
-Es el caballito blanco que vi en el cine. Su dueño es Fred Thompson. Es un caballo amaestrado.
-¿Quieres que te traiga un caballito de ruedas?
-No. Quiero ese que tiene cabeza de madera con riendas. Que la gente le pone un cabo y sale corriendo. Necesito entrenarme porque voy a trabajar después en el cine.
Continuó riéndose.
-Y si te lo traigo ¿qué gano yo?
-Te doy una cosa.
-¿Un beso?
-No me gustan mucho los besos
-¿Un abrazo?
Lo miré con mucha pena. Mi pajarito de adentro me dijo una cosa. Y fui recordadno otras que había escuchado muchas veces... Tío Edmundo estaba separado de la mujer y tenía cinco hijos... Vivía tan solo y caminaba tan despacito... ¿Quién sabe si no caminaba despacio porque tenía nostalgia de sus hijos? Ellos nunca venían a visitarlo.
Rodeé la mesa y apreté con fuerza su cuello. Sentí su pelo blanco rozar mi frente con mucha suavidad.
-Esto no es por el caballito. Lo que voy a hacer es otra cosa. Voy a leer.
-Pero, ¿tú sabes leer, Zézé? ¿Qué cuento es ése? ¿Quién te enseñó?
-Nadie.
-No me mientas.
Me alejé y le comenté desde la puerta:
-¡Tú traéme mi caballito el viernes y vas a ver si leo o no!...
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Al agrandar las calles van a derribar todo lo que está allí. E indicó el lugar donde se hallaba mi planta de naranja lima. Hice un gesto de llanto.
-Estás mintiéndome ¿verdad, Totoca?
-No, es pura verdad. ¿Pero, eres o no eres un hombre?
-Sí lo soy.
Pero las lágrimas bajaban cobardemente por mi cara. Me abrazé a su barriga, implorando.
-Tú vas a estar de mi lado, ¿verdad, Totoca? Voy a juntar mucha gente para hacer una guerra. Nadie ve a cortar mi planta de naranja lima...
-Está bien. Nosotros no lo dejaremos. Y ahora ¿me prestas el dinero?
-¿Para qué?
-Como no puedes entrar al cine Bangu, quiero ver una película de Tarzán que están dando. Después te la cuento.
Tomé una moneda de quinientos réis y se la entregué, mientras me limpiaba los ojos con los faldones de la camisa.
-Quédate con el vuelto. Alcanza para comprar caramelos...
DE VASCONCELOS, José Mauro, Mi planta de Naranja Lima, Editorial "El Ateneo", 24a edición en Español, Buenos Aires, 1995, pp 23-25, 196-197
Kenny
1 comentarios:
Mi planta de naranja lima, es realmente uno de los libros màs bellos que he leìdo y plasma la realidad que pagan los menos culpables...
Eri :)
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