Ya era hora de poesía!


Al perderte yo a ti
Ernesto Cardenal
Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán como te amaba yo.

Violeta

Liseth Correa



Cerró la puerta de su oficina, salió apresurada del edificio. Entró al garaje y prendió su vitara azul. En el transcurso a casa pensaba en su vida personal, se veía a sí misma tan vacía, llena de logros profesionales que no alcanzaban a cubrir aquel pozo infinito de humanidad, su parte emocional.

Nathalia había sido derrotada en una contienda matrimonial, acababa de divorciarse, pensando en esa pena tan grande; pasó a recordar las imágenes grises de su ambiente laboral, dentro de “Architech’s House” una empresa británica especializada en diseño arquitectónico. Su sueldo era bastante alto y recibía viáticos generosos por los viajes dentro y fuera del país, a pesar de esto, los ingleses tenían un comportamiento bastante ordenado, dirigido por su alto grado disciplinario, muy educados, pero lo suficientemente fríos en el trato con sus empleados.

Ese día uno de los colegas se había acercado con una pecera y la había situado cerca de la computadora portátil de Nathalia. – Es un regalo- dijo sonriendo. Tal vez ese hecho reconfortaba en algo la pesadez que Nathalia sentía. Mientras manejaba recordó que al acercarse curiosamente al obsequio vio dentro de la pecera un animal muy exótico. Un pez con dos ojos enormes que también la miraban. Llegó a su casa con esas vagas ideas y tras comer algo breve se recostó en la cama a descansar. La noche parecía devorar las horas con hambre insaciable y el día regresaba iluminando con fuerza el rostro de Nathalia. Una vez levantada hacía lo que cualquier persona hace, bañarse, desayunar, tender la cama, guardar los maquillajes en su bolso y salir.

De nuevo la rutina trivial sin motivos fundamentales parar existir, desde hace tiempo que Nathalia reflejaba en su cara la melancolía de sueños que se había fijado y que con el pasar de los años habían recorrido senderos distintos.

Dentro de la oficina nuevamente, colgó sus pertenencias y de inmediato abrió la agenda para revisar asuntos pendientes. Al colocar su esfero en el escritorio, el agua de la pecera se agitó. ¡Por poco había olvidado que tenía un pez que cuidar! Ahí estaban otra vez esos grandes ojos negros observándola, recordó que su compañero también le había regalado una bolsa con alimento para el animal. Colocó un poco de balanceado que parecía migajas de colores en la pecera. Siguió con sus obligaciones, tenía varios planos que diseñar y una reunión a la que asistir.

Al salir de su oficina descubrió que sin importar donde se encontrase los ojos del pez la perseguían como si jugara con la mirada de La Gioconda. Tomó un poco más de aquellas migajas para dárselas a su nueva mascota, apagó las luces y se marchó.
Al día siguiente recordó primero que alguien esperaba ser alimentado y mientras Nathalia complacía al pez, lo observaba con paciencia, extasiada; éste tenía un color negro entremezclado con un celaje violeta. Dos bigotes largos se bamboleaban como en cámara lenta dentro del agua, sus escamas brillaban similares a la escarcha y se movían sutilmente.
Sin razón lógica Nathalia sintió el impulso curioso de meter su dedo índice dentro de la pecera, con temor al principio el pez se asustó y buscó el rincón contrario.

En la oficina era realmente una tarea inútil intentar entablar una conversación agradable, todos medían sus palabras o tal vez su tiempo y la cantidad abundante de personal solo era la prolongación de máquinas que ahondaba un paisaje gris, solitario.

Nathalia empezó a conversar con el pez aunque la mayor parte del tiempo lo hacía tan solo por medio de sus pensamientos. Definitivamente la entendía de un modo tan especial, no importaba lo pequeño que era, significaba compañía sincera. En otra ocasión regresó el deseo de introducir su índice en la pecera, al principio el pez se aisló tensionado, pero con disimulado entusiasmo se fue acercando, el pez nadaba alrededor de su dedo en cortos círculos con rapidez. Resultaba increíble lo que el pequeño animal hacía, Nathalia desconcertada retiró su mano. El acontecimiento se dio reiteradamente, el pez jugaba con ella, la primera ocasión pareció una simple reacción sin sentido, pero no era una boba coincidencia.





Cierta mañana Nathalia encontró en el pasillo al colega que le había obsequiado el pez, encantada le contó acerca del animal, su compañero mantuvo una actitud un tanto incrédula, entonces desafiante lo invitó a su oficina para que observara al pez. Como usualmente lo hacía, Nathalia metió su dedo y con graciosa prontitud, el pez bordeaba el mismo, era una especie de juego que terminó por llamar la atención de varios colegas de planta, dos de ellos se atrevieron a colocar sus dedos, sin embargo con ninguno se animó a realizar su cautivadora danza.

Antes de partir a los viajes habituales, Nathalia se llevaba consigo la pecera, la subía a su vitara azul y manejaba tan lento como podía en el carril derecho, los autos la rebasaban, pero nada era más importante que encargar a “Bigotes” en casa de su madre, durante su ausencia.

En vacaciones Nathalia y Bigotes se olvidaban de la oficina y su agobiante entorno, todos miraban como en un acto estrafalario, ambos se iban. Ella cargándolo en su pequeña pecera y el pez moviéndose al ritmo de su caminar.

Una mañana mientras colgaba su bolso marrón y prendía el computador, observó que el pez no nadaba como de costumbre, estaba estático, se hallaba suspendido en un mismo lugar, a penas movía su boca. Algo le sucedía, tenía movimientos demasiado lentos. Nathalia asustada introdujo su índice en el agua, los reflejos del animal se apagaban tenuemente, al parecer no había percibido siquiera que ella estaba allí. Tras una breve vacilación, Bigotes danzó alrededor de su dedo, Nathalia observó que su celaje violeta había aumentado, ya no era el color negro preponderante en su pequeño cuerpo, cuando desconcertada retiró su mano, el pequeño ser se elevó hasta el límite del agua, flotaba inmóvil, yacía recostado en lo que había sido su casa, su mundo. Lágrimas brotaban con desenfreno de los ojos de Nathalia, -¿está muerto?- Se preguntaba, tenía la rara sensación de que el pez iba a retomar su natural estado en cualquier momento, pero esperar quince minutos fueron la sentencia de una muerte tan sutil como la vida de aquel ser que podía ser insignificante.

Nathalia reflexionaba acerca de Bigotes -¿su existir fue indispensable o importante?- había compartido dos años con aquel animalito y mientras más pensaba en lo que significa vivir, sentía que corría el peligro de reducir el valor de la existencia, sin importar la forma en que ésta se manifiesta. Nathalia no podía responder sus propios cuestionamientos instigantes.
El día venidero iluminó su rostro muy fuerte, miró por la ventana el amanecer, los reflejos de sol eximían al polvo su valor desagradable para convertirlo en luces centellantes que flotaban alrededor. Sabía que ese día sería uno más, simple pero irrepetible, así que apreciaría cada detalle.







Opus de Luna

(A Karen)

De este libreto,

La arena solida de una noche circense,

Lontananza de un poeta:

¡El camino acabó!

Escribe.

Un faro de oscuridad retoza en la profundidad,

Como voz de instante, se pierde a la deriva.

Gavina ausente, migrante

Vienen ecos de ti por un lar pretérito,
Vocerío de acordes coronado a Bóreas,
El imperio de hadas al sonreír de los cantos,
La decadencia de los tiempos en apocalipsis.

Pero remembranzas se tejen

Cual canto gutural de un cementerio,
El chillido del viento golpeando epitafios,
Dos escritos de ti en el estrecho de vida y muerte,
Un tren de ánimas bufando un carruaje solitario.

¿Será porque me recordabas los laberintos?

Días de fines de guerra, pértigas, luz y sangre,
La perversión fantástica de un nuevo tiempo,
La corola de añil que asoma al resplandor del sol,
La franela de nubes blancas que te extrañan.

Mas ¿Qué soy para escribirte?...

Un desnudo juglar muriendo en versos perdidos,
Prosaico conjuro de la palabra poética y réquiem,
Demoníaco asesino, escritor de las cadenas.
La nada del cuerpo pútrido y restos en talle.

Y tú;

El capullo de la luna que se abre mística a la tarde,
El paso ardiente de una apócrifa candelilla estelar,
Un Alhelí de Náyade sobre el agua sal y veneno,
Perfecta alegoría para un sutil recuerdo.

Pero te extraño,

Faroles de cerrazón se agolpan a mis ojos,
Antonomasia furtiva de tu rostro a vorágine,
El acopien perfecto de la rabia y la lejanía.
Flautas de vendaval en claustro por adioses.

Todo me habla de ti,

Quizá porque me recuerdas los laberintos…

Y me quedo callado, taciturno;

Como quien espera en el desierto el regreso de las olas,
La espuma efímera que se disipa en el alma,
El cuervo que al mirar mata de un soplo, o el buitre,
La bruma que al campanario envuelve y canta.

Pero dejo hablar al espejismo:

El viento del norte que lleva mi voz a tu lado,
Aquel rimbombante estallido de letras,
Que al susurrarte ciñe, para doblar campanas
Que a la necesidad de tu leyenda…

Que por péndulo cardíaco,

Doblan por mí…

Será porque eres mi laberinto.

David

Tus cuentos de Gabriela Cabezas


PRESENTACIÓN
“Yo estaba enamorada de ti por tus cuentos”
Kenny Oñate

“Yo estaba enamorada de ti por tus cuentos” dice uno de los personajes del libro en un intento ahogado de explicar el origen de su sentimiento; parte de esas maquinaciones mentales que los personajes del libro no dejan de hacer, hablando siempre para sí a la vez que narrando historias.
En Tus Cuentos se descubren mininificciones sobre personajes inquietos, curiosos, siempre saliendo a buscarse problemas y enredos; capaces de sorprenderse por un beso robado o de enternecerse por un estilógrafo sangrante.
Tus cuentos son a veces sencillos, ocupados en la sensación de un personaje, en un mal sueño, en una idea paranoica; a veces atropellados en el hambre que induce a decir cosas fuera de lugar, en el deseo de posesión, en la turbación de una idea descabellada y en ocasiones enredados en sentimientos confusos, en búsquedas y encuentros accidentales; para desenlazarse en la línea de una fina ironía. Como para perderse en ellos y volver a leerlos, así son Tus cuentos.
INTRODUCCIÓN
“Siempre que voy a escribir, sigo un ritual:
escojo el estilógrafo correcto”
Drugos de la Naranja Editorial

Los Talleres Literarios de la Casa de la Cultura Ecuatoriana desde el 2005 han sido el lugar para que jóvenes escritores encuentren una posibilidad en el quehacer literario. LA.KBZUHELA nacida de este proceso, intenta promover, con fines culturales, a dichos escritores a través de DRUGOS DE LA NARANJA EDITORIAL.

“Siempre que voy a escribir, sigo un ritual: escojo el estilógrafo correcto”

Gabriela Cabezas Borja pertenece al grupo literario “Nienpintura” formada por jóvenes de la capital de entre 15 y 22 años. Su voz, de pequeña joven, intenta agudizar los sentidos propios y ajenos con cada cuento, desgarrando en delirio, frases armadas, triviales, sencillas, pero no simples, historias que nos dejan a la expectativa de la posibilidad y cuyos desenlaces se presentan sin mayores explicaciones, ni consecuencias: “Salgo, sintiéndome peor y más perdida que antes, porque una vez más no pude decirte que desde hace tiempo, ya no quiero venir”

A veces la voz narrativa se suelta con tal fuerza, que nos transmite apasionadamente su propio sentimiento: “Paré de repente y regresé. Le desconectaría los cables a ese robot de lata, quemaría el colegio de caramelo y me comería al resto de la gente de pan”.

Califica a todo con naturalidad, da a las cosas, al espacio, a las personas, el nombre propio al que pertenecen: “No era un nudo en el estómago, no era un nudo en la garganta, no era que quería morirme y no verte más. Era que tenía un sabor amargo en la boca.

En Tus Cuentos se hilan imágenes de ficción elemental entre inicio y hasta el final, acapara la sonoridad del tiempo y el espacio, desentona épocas para adheriros a su jerga propia creada y descreada.

Gabriela Cabezas Borja muestra su primer trabajo literario, novato, fresco, intencionado, albergando en sus páginas la posibilidad intrínseca de su joven talento.









QUINTO ANIVERSARIO DE LA KABZUHELA

"Drugos de la Naranja" Editorial y el Colectivo Literario Ecuatoriano LA.KBZUHELA invitan a celebrar su quinto aniversario con el lanzamiento de siete nuevos títulos en sus colecciones de poesía y narrativa

Lugar: Teatro Prometeo, Casa de la cultura Ecuatoriana


Fecha: 21 de Septiembre

Hora: 19 horas
Los libros que se presentarán son:
Sextigmas de Johanna López Santos





Kamastro de Matuta por Freddy Ayala



Microvuelos de Énver Álvarez


Kitu Palimpestro de Diego Velasco Andrade

Casa de Soledad por Cristian López

Días de Peros por Sebastián Galarza

Tus Cuentos de Gabriela Cabezas Borja

Seguiremos colocando las presentaciones de los libros en este blog.

Más información en

http://lakbzuhela.blogspot.com/

http://efectoalquimia.blogspot.com

http://k-oz-editorial.blogspot.com/

Demolición invita


El colectivo literario Demolición, invita al lanzamiento de las obras poéticas:

Ahí los vidrios de Alfredo Pérez,

Kitu Palmipsesto de Diego Velasco,

Por mi derecho a decirlo de Darío Ramos,

Fondo de Luz piel de centeno de Bolívar Flores,

Manuelita y otros poemas de Galo Rodríguez,

Antipoemas verdes de Hernán Hermosa,

y la video poesía: La imagen perdida, de Pedro Herrera Ordóñez.


En el acto intervendrán los escritores Raúl Arias y Pablo Yépez Maldonado y contará con la participación musical de Terry Pazmiño, Carlos Niquinga y el grupo musical Cantores del Pueblo.


Lugar: Sala Benjamín Carrión Casa de la Cultura Ecuatoriana

Hora: 19 horas

Día: Miércoles 15 de Septiembre

Pasajes de libros: Asesinato al profe de Matemáticas de Jordi Sierra




A cuadros. Era peor de lo que se había imaginado en
su sueño más pesimista. Estaba a cuadros.
Adela levantó la vista de las preguntas. Había respondido
sólo a dos. Eso era un cuatro. Miró en dirección
a Nico, que estaba a su lado, y también hacia Luc,
detrás de Nico. Los dos tenían la misma cara de angustia,
de dolor de estómago recalcitrante, de mareo
intenso, tez pálida, congestión ocular, cara de pasmo,
como si aquello no pudiera ir con ellos. Contemplaban
sus exámenes absortos.


Tal vez esperando un milagro.
En las novelas policiacas siempre aparecía una pista
de última hora, un dato perdido que conducía directamente
al culpable. En los libros de ciencia ficción
todo se solucionaba con una batalla galáctica aquí o
una invasión de alienígenas buenos allá. En los de fantasía,
el mago de turno o el héroe de siempre lo solucionaba
todo cuando más perdido parecía. En los cómics
no fallaba una. Y en los videojuegos, siempre
había un camino, o tres vidas con las que conseguirlo,
o cualquier invento, atajo o truco para completar la
partida.


Sólo en la vida real, y más aún en la dura realidad
de las matemáticas, si no se sabía resolver un problema,
no se sabía y punto. No había que darle más
vueltas.


Adela suspiró. Dejó de contemplar a sus dos amigos
y levantó la cabeza. Se encontró con los ojos de
Felipe Romero. Eso la hizo empalidecer. Si pudiera resolver
un problema más. Sólo uno.


—Cinco minutos —avisó el profesor de matemáticas.


Cinco minutos. O cien, ¿qué más daba?
Leyó el enunciado de uno de los problemas. O estaba
en blanco o no lo entendía o lo intentaba y se
perdía...


—¡Maldita sea! —rezongó.


Marcelina Sanjuán y Bernabé de Pedro se levantaron
para entregar sus exámenes. Los primeros. Como
siempre. Les sobraban cinco minutos y encima tendrían
las notas más altas. ¡Qué suerte! Claro que el padre de
Marcelina era físico nuclear. Seguro que eso contaba,
al menos en los genes. Bernabé, en cambio, es que era
así de listo. Un cerebrito.


Su único y lejano consuelo era que incluso Einstein
había sido malo en matemáticas.
Pasaron los minutos finales.


—Venga, recoged —anunció Felipe Romero.


Comenzaron a levantarse todos, excepto un par que
siguió escribiendo a toda prisa y ellos tres. Nico y Luc
la miraron. No hacía falta decir gran cosa. Si al menos
uno aprobara...


—Vamos, vamos —los apremió el profesor.


Se pusieron en pie los últimos, caminaron hasta la
tarima y la mesa, y depositaron sus exámenes encima
del montón de hojas escritas. Rehuyeron los ojos del
maestro, pero sintieron su mirada fija en sus cuerpos.
Cuando salieron fuera no se detuvieron para enfrentarse
a las preguntas de los demás, que discutían sobre
el tercer problema o el resultado del cuarto, unos dando
saltos por el éxito y otros lamentando el error cometido
al darse cuenta ahora del detalle no apreciado. Ninguno
habló hasta llegar abajo y ninguno cometió la torpeza
de preguntar: «Qué tal».


—¡Jo! —se dejó llevar por los nervios Adela.


—En blanco, me he quedado en blanco con ese dichoso
tercer problema. ¡Y creo que lo sabía resolver,
pero...!


—A mí me ha pasado lo mismo —le dijo Luc a
Nico—. Si es que no puedo. Yo del dos más dos no
paso, y me importa un pito que sean cuatro o veintidós.


¿De qué sirven los quebrados en la vida real, a
ver?


—¿O saber cuánto mide el radio de una circunferencia? —lo apoyó rotundo Nico.




—Estamos cateados, eso sí es un hecho —puso el
dedo en la llaga Adela.


—Vamos a pasar un verano genial —se estremeció
Luc.


—Y en septiembre estaremos igual —se dejó llevar
por el abatimiento Nico.


—¡Toda la vida intentando aprobar este examen!


Las palabras de Adela fueron como un agujero negro
que los devoró, arrastrándolos hacia la oscuridad
total. Como tres almas en pena salieron del colegio y
echaron a andar hacia sus casas, las tres en el mismo
barrio y en la misma dirección. Lucía el sol, pero los
nubarrones de su ánimo eran lo suficientemente espesos
como para no dejarles ver nada. La vida era un redomado
asco. Y más la del estudiante cateado.


—Ahora mi padre me preguntará cómo me ha ido —gimió Luc.


—Toma, y el mío —manifestó Nico.


—Y el mío —corroboró en último lugar Adela.


—No sé por qué se empeñan tanto en lo de las
matemáticas —siguió Luc—. Mi tío Federico no sabe
ni sumar, pero está forrado. Los números se los llevan
los contables y los administrativos, que para eso
están.


—Pues ya me dirás para qué me van a servir a mí
las matemáticas si quiero ser periodista —dijo Adela.


—Desde luego son... —se quedó sin palabras Nico.


A mitad de camino estaba el solar. Era un gran espacio
derruido en el que se decía que iban a construir
un multicine y un aparcamiento y tal vez un centro comercial.
Se decía. Lo cierto era que llevaba así muchos
años, desde antes de nacer ellos tres. Y a falta de
un parque cercano, porque el más próximo estaba a
diez minutos al otro lado del colegio, les servía como
punto de reunión y juegos.


Se metieron en él y se sentaron en sus respectivas
piedras. No tenían muchas ganas de llegar a casa.


—Si por lo menos pasáramos el verano juntos —fue
la primera en hablar Adela.


A ella se la llevaban sus padres al pueblo, en la sierra.
Luc se marchaba a la playa. Nico era el único que
no se movía.


—Me pondrán de profesor de verano a un impresentable
pedante y estúpido que babea por el culo de mi
hermana y se hace el notas, fanfarroneando lo que puede
para impresionarla a ella y a mis padres —se hundió
Luc—. Y cada tarde, mientras los demás están jugando
o en la playa o leyendo o lo que sea, yo a pringar.


—A mí me dará clases mi prima, que aún es peor —le secundó Nico—. Es una pava que no veas, creída
y tonta del copón —dijo tonta alargando la o con generosidad.


—Conmigo no sé lo que harán —reconoció Adela—.


No estamos sobrados de dinero, y me parece mal
que mis padres tengan que gastárselo por algo así,
porque parezco tonta. Empiezan con lo mismo que el
profe —cambió de tono y se puso a gemir diciendo—:
¡Oh, la nena, con lo lista que parece, porque tonta no
es!, ¿verdad? —se recuperó y agregó—: Los mataría.


Me ponen enferma.
Dejaron de hablar. No querían quejarse más. Pero
tampoco tenían ganas de jugar a nada. El mundo era
un inmenso erial sin atractivos. El que hubiese inventado
las matemáticas tenía que ser por fuerza un amargado,
un viejo cascarrabias sin nada de provecho que
hacer, uno que odiase a la humanidad entera, y más
aún a los niños, porque a ver: ¿quiénes estudiaban matemáticas,
los mayores? ¡Ah, no, los niños y sólo los
niños! ¡Para fastidiar!


Y aún decían que eran estupendas y divertidas y...
Estaban pensando esto mismo los tres, al alimón,
sintonizados mentalmente, cuando vieron el coche de
Felipe Romero en la calle, circulando a velocidad muy
reducida y con él asomado a la ventanilla. Parecía como
si los buscase. Y al verlos, detuvo el vehículo.


—Oh, no —musitó sin apenas voz Nico.


El profesor de matemáticas bajó del Galáctico, aunque
también lo llamaban el Odisea. El motivo era simple:
además de las letras de rigor, el número de la matrícula
era 2001, como la película de Stanley Kubrick,
2001, una odisea del espacio. Y es que, encima, el
coche se las traía. Era más viejo que Matusalén, un modelo
de treinta años atrás, de cuando empezaron las
combinaciones de letras y números en las matrículas.


—¿Habremos aprobado y viene a decírnoslo?
Adela y Luc miraron a Nico. Ni en su más desaforado
optimismo podían imaginar tal milagro.
Aunque, desde luego, el maestro tampoco tenía aspecto
de querer hurgar más en su herida.
Contuvieron la respiración hasta que llegó a su
lado.

Una buena dosis de poesía

Una Carroña

Charles Baudelaire


Recuerda lo que vimos, alma mía,

esa mañana de verano tan dulce:

a la vuelta de un sendero una carroña infame

en un lecho sembrado de guijarros,


con las piernas al aire, como una mujer lúbrica,

ardiente y sudando los venenos

abría de un modo negligente y cínico

su vientre lleno de exhalaciones.


El sol brillaba sobre esta podredumbre,

como para cocerla en su punto,

y devolver ciento por uno a la gran Naturaleza

todo lo que en su momento había unido;


y el cielo miraba el espléndido esqueleto

como flor que se abre.

Tan fuerte era el hedor que tú, en la hierba

creíste desmayarte.


Zumbaban las moscas sobre este vientre pútrido

del cual salían negros batallones

de larvas que manaban como un líquido espeso

por aquellos vivientes andrajos.


Todo aquello descendía y subía como una ola,

o se lanzaba chispeante

se hubiera dicho que el cuerpo, hinchado por un aliento vago,

vivía y se multiplicaba.


Y este mundo producía una música extraña

como el agua que corre y el viento

o el grano que un ahechador con movimiento rítmico

agita y voltea con su criba.


Las formas se borraban y no eran más que un sueño,

un esbozo tardo en aparecer

en la tela olvidada, y que el artista acaba

sólo de memoria.


Detrás de las rocas una perra inquieta

nos miraba con ojos enfadados,

espiando el momento de recuperar en el esqueleto

el trozo que había soltado.


Y, sin embargo, tú serás igual que esta basura,

que esta horrible infección,

¡estrella de mis ojos, sol de mi naturaleza,

tú, mi ángel y mi pasión!


¡Sí! tal tú serás, oh reina de las gracias,

después de los últimos sacramentos,

cuando vayas, bajo la hierba y las fértiles florescencias,

a enmohecer entre las osamentas.


Entonces, oh belleza mía, di a los gusanos

que te comerán a besos,

¡que he guardado la forma y la esencia divina

De mis amores descompuestos!

Chicas.

Virginia Woolf decía que no le gustaba diferenciar entre la buena literatura y la mala, o lo que es literatura o lo que no es. A la final, son libros. Y bueno, debería advertir al público presente, que este artículo, para algunas personas, será sobre “mala literatura” y que tal vez no les interese leer. Para mí, son historias.

Una de las derivaciones de Random House, es la editorial Montena, una editorial que se dedica al exclusivo campo juvenil. Bastante comercial, la verdad, los jóvenes somos bastante noveleros. Pero con libros bastante interesantes si queremos pasar el tiempo.

En este post quisiera mencionar una parte específica de la editorial Montena, la colección: Chicas. A uno más le gusta un libro, mientras más se identifica con uno de los personajes del libro (o uno quisiera ser ese personaje) –quizá por esto, a tantas adolescentes les gustó Crepúsculo- y quizá por esto, cuando era más chica, me encantaba leer esas historias con los continuos y típicos problemas de jóvenes. Estos libros le acompañan a uno en los momentos inocentes de nuestra vida.


Como dicen en la página web de Montena: “Todo ello con un lenguaje fresco, lleno de diálogos, muy cinematográfico, que invita a la complicidad” Sí eres joven o simplemente quieres pasar un rato y reírte acordándote de situaciones similares que te pasaron antes, pues pueden intentar leerlos. Son historias de gente normal, de jóvenes normales con ideas locas y románticas en la cabeza, como alguna vez todos fuimos.

Gabby Cabezas

La agenda para septiembre

INVITACIÓN


La Casa de la Cultura Ecuatoriana, sus Talleres Literarios y un grupo de ex talleristas de la institución en los años 80, agrupados en el colectivo literario Demolición, invitan a Usted, al lanzamiento de las obras poéticas: Ahí los vidrios de Alfredo Pérez, Kitu Palmipsesto de Diego Velasco, Por mi derecho a decirlo de Darío Ramos, Fondo de Luz piel de centeno de Bolívar Flores, Manuelita y otras poemas de Galo Rodríguez, Antipoemas verdes de Hernán Hermosa,
y la video poesía: La imagen perdida, de Pedro Herrera Ordóñez.

En el acto intervendrán los escritores Raúl Arias y Pablo Yépez Maldonado y contará con la participación musical de
Terry Pazmiño, José Niquinga y el grupo musical Cantores del Pueblo.


Lugar: Sala Benjamín Carrión
Hora: 19 horas
Día: 15 de Septiembre



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Lanzamiento del libro "Engendros de la luna"


El Taller Cultural Retorno, organizador del concurso, presentará el jueves 9 de septiembre, a las 19h00, en la sala Benjamín Carrión de la Casa de la Cultura, el libro Los engendros de la luna, con los textos de los ganadores del certamen literario.

Los 11 concursantes seleccionador por el Jurado calificador son: Rocío Soria, Juan Secaira, Hernán Hermosa, Sharvelt Kattán, Edison Paucar, María José Hidalgo, Antonio Zea, Miguel Samaniego, Cristian López, Mirian Félix y Alejandra Soriano.

Cada participante ganador del concurso, recibirá como premio un lote de libros (10 ejemplares) y el diploma respectivo, a nombre de los organizadores.

Vida muerte bella, Cinturita de avispa, El fin de cigarro, Engendros de la luna, El nido vacío, Rana, son algunos títulos de los textos seleccionados por el Jurado que estuvo integrado por Ramiro Caiza, Elsy Santillán y Benjamín Balmes (cubano), y que son publicados por el en una antología.

Oswaldo Mantilla Aguirre, director del Taller se siente satisfecho por el trabajo que viene desarrollando esta organización. “Este es el tercer concurso literario organizado, segundo en narrativa”, señala Mantilla, al tiempo de agradecer por la acogida al referido evento.

Están todos cordialmente invitados
Visita el blog de Sharvelt Kattán: http://poderdelverbo.blogspot.com
Visita el blog de Cristian López: http://casadesoledad.blogspot.com

Una por decapitado

(A mi primer gran amor)
A María Fernanda


Se oscurece el día, se oscurece,
Se pierde tras los tiempos que no vendrán jamás,
Tras la mirada bajo el parpado de nubes,
Tras el telón noctámbulo de Hipnos.

Se fueron los deleites más sublimes,
El sol sobre nuestro lecho,
Se fueron los multicolores destellos,
De una lluvia leviatán.

Se fueron los acordes de un amor,
Tras el suave palpitar de un adiós
Y un te amo.

Se oscurece mi risa,
Mi clamor de infierno gutural,
El aurea de mis versos y esperanzas,
La tarde que reclama mi atención.

Se oscurece tu recuerdo,
En mi letra que se niega a escribir,
A decir el temor que tengo de ir al mundo,
Decir nada, silenciar mi dolor por ti.

Se oscurece mi vida, se rompe…
Acordes apocalípticos resuenan para despedirte,
Estrambóticos truenos de vela,
Una barcaza recordando el camino de odisea.

El relámpago que corta el aire hasta calcinar,
El fuego de sol que arranca en clave,
La estrella polar que fragua tu vos que se apaga
Como el más intimo recuerdo, sin ti.


David Acosta

Sextigmas de Johanna López Santos


PEQUEÑAS MUERTES CON LAS QUE LLENAMOS NUESTROS CUERPOS…


Rocío Soria


El amor es provisorio hasta esperar el fin, una ingenua treta si acaso. Al final nos quedamos silenciosos seres como si ya hubiéramos muerto otras veces y sólo se tratara de un recuerdo húmedo, de una búsqueda ingenua como la de los suicidios, Te leo Johanna y me pregunto si, ¿hay felicidad posible…?, intuyo que hay sólo pequeños retazos de placeres haciéndonos fantasear sobre el amor, pequeñas muertes como pequeños bocados con los que llenamos nuestros cuerpos, ¿de qué, de soledad, de vacíos, de la nada que nos va quedando cada vez más y solo eso? Dices, ¡¡este dolor de sexo enceguece!!,/¿hasta cuándo.…?/sería más fácil, ceder al tedio.…

Me trepanan tus palabras y pienso, no estamos a salvo de esta nada existencial, del dolor: "el dolor no tiene configuración visual/ simplemente es/ y se desata avérnico en los huesos". Dolor impostergable al que nos enfrentamos con el arma de la sonrisa, nuestros esfuerzos no terminan nunca, círculo sin fin, Mito de Sísifo.

Sextigmas tiene un fin abierto, me queda revoloteando una pregunta y luego de todo qué, y luego del amor qué, y después del amor qué, nada está dicho, volvemos a empezar levantándonos de las ruinas de nuestros dolores, como si fuéramos a comenzar de nuevo, extenuados de cansancio como los amantes... como tus amantes. Te despides así: "Y a Ti mi amor eterno, mi Amado gracias por sacarme de ahí…."... ¿Estás a salvo ahora, pequeña niña, o sigues recostada de lleno entre las muertes?...



PRÓLOGO
IMAGINARIO DE UN SEXTIGMA PROLONGADO…
Carlos Bartok


Hay un recuerdo en la memoria, que imperecedero, nos traiciona.

Una suerte inanimada, provocada por la fantasía y mezclada con la prohibición, nos seduce hasta ese imaginario del Doctor Parnassus.
La periferia del verso en Sextigmas, se transfigura en la frenética imagen cartesiana del vector en descenso, así, se revierte la premonición, resultando en una serie de ideas que bordan, no una sensación de erotismo (desgastado), sino mas bien, una colección de cicatrices no corporales de la presunción amatoria.

Este poemario pretende ser un acervo dilatado de muchas sensaciones encontradas en el punto común de la disfuncional palabra amor y lo que esta implica.

Por ejemplo, en el párrafo siguiente, la voz poética coordina el vasto mundo de infra-sensaciones en donde el ininteligible personal, censura la otredad del personaje en cuestión:


“Sondea a tu silencio en la mañana,…,
y cuando al espejo te mires
intenta verte como “todo un semental”,
lleno de ataduras,
como un tigre de segunda,
como un simple mortal
ahí sé, que me recuerdas clavada frente a ti,
reviviendo tu “franca” intención
momentánea….”


Los griegos, antiguamente, representaban al dios Eros como un chiquillo ciego, sordo, caprichoso y privado de misericordia. Caprichoso, porque amaba y dejaba de amar en un instante y ciego porque mientras existía la pasión, jamás existía del todo, el pensamiento reflexivo. Las flechas de Eros aniquilaban veloces, las voluntades de los hombres y mujeres que caían enamorados por tal efecto; esta ‘dulce’ caída, provocada por ese agente externo, venía a ser una como una alteración de ánimo tan irracional como la ira, la envidia, la alegría, la tristeza o el odio.
Recordando parte de esta mitología, el sentimiento del amor se acompaña absurdamente de cada sentimiento existente en toda partícula del universo; así, lo que primero fue un instinto de afecto podría terminar siendo una decepción




“el juego era menor
fueron momentos de una relación solitaria,
absurda, aburrida, mía.…”


“Tomó y siguió su paso para
masturbarse conmigo,
sin mí…., no le importó….
sus palabras rompieron mi inocencia
que se volvió estupidez minutosantes del suicidio…”


Sextigmas, en una amalgama muy clara de dos palabras comunes, arriesga el formato y se desconoce en frases reflexivas que momentáneamente atacarán la sensibilidad del lector, que se muestre taciturno, compadecido, abstemio:



“Me tomabas pequeña
y me vestías de tu semen
para luego olvidarme por semanas,
cuando volvías,
me encontrabas sola y niña
pidiendo que sacies mi desierto
aunque sea con tu necesidad.…
entonces, pude haber entendido….”



Hay seguridad en los textos, en tanto las transiciones se generan, los versos juegan lúdicamente a encontrar dioses mortales:



Tu Nombre....
es el ÉXODO de mi BIBLIA,
¡mi JENECIS sin “tilde”,
en tu GÉNESIS “PERFECTA”!


A veces la voz textual es tan sencilla que nos permite entenderla inmediatamente:


Tu voz se manifiesta
satinada de verdes,
rosas y jaspes;
en el extremo oriente
tu rostro metamorfosea


Pero en otras ocasiones, existe una intención críptica que nos induce a pensar en distintas existencias y posibilidades:


“Intenté correlacionarte ser común
diametralmente con el quinto mandamiento….
sólo el agua salía desmesurada,
privada de su propia vida,
transparente,
gimiendo sonidos al viento,
vulnerada por miradas
extenuante.…
cabe mencionar: la Cuarta Espera”


En esa cronología agónica, símil de un cuadro estadístico, en donde la promoción sube y baja en cadencia anual, Sextigmas se prolonga a través de los años en tiempo y espacio como un sistema laberíntico, en donde no siempre es fácil encontrar la salida, sin embargo el lector vidente e identificado con su contenido, entenderá que la exhortación de su propuesta está clara:


―“Advertencia:


No te sueño.…,
te respiro….”―


Nostalgia Permanente


Portada del álbum "The Siamese Dream" de los Smashing Pumpkins,
en el que se editó por primera vez "Mayonaise" y que SP escuchaba cuando era niño


Firma y logotipo que utilizó la banda mientras firmaba con Virgin Records



“-¿Qué hay más triste que un verano sin sol
o que un río incapaz de encontrar el mar?”



A SP; ojalá algún día, las aguas de mi río sepan
encontrarse con tu océano. T’extraño bro






-¡Hola!


-¡Hola! Perdón, no te había visto –dije quedándome quieto para recibir el abrazo y aclarándome la garganta para tragarme el nudo que se me había hecho.

-¡A los años!

-Si ¿verdad? ¿Cómo estás? –dije recordando lo mucho que detesto que digan “a los años”.

-Bien, todo bien. ¿Y tú?

-También, todo bien. Venía haciendo unos papeles por aquí.

-¿Y ya estás libre?

-Sí, ya me iba a mi casa ¿Tú? ¿Estás desocupado?

-Sí, también ya me iba a mi casa.


-Entonces… quedémonos haciendo algo por aquí.

-¿Tipo qué? No tengo un peso.

-Ni yo. Vamos a ese parque al que íbamos juntos. No estamos muy lejos.


****


-Te extrañé –dije una vez que llegamos al parque.

-También yo.

-¡Mentira! –Dije riendo– Es mentira, a ver ¿cuándo me extrañaste?

-Cuando… No sé, a veces.

-Creí que esto jamás sucedería.

-¿Qué?

-Encontrarme contigo en la calle, así de repente.

-¿Porqué?

-Porque lo imaginé. Imaginé muchas veces que iba caminando solo por una vereda y que tú venías en dirección contraria también solo, por la misma vereda. Por lo general las cosas que uno imagina nunca suceden.


***


-Hemos hablado por horas. Y ya es muy tarde –dije tragando nuevamente los nudos de mi garganta.

-Tienes razón. Es muy tarde y tal vez deberíamos despedirnos.

-¿Recuerdas la última vez que nos vimos? Antes de despedirnos te pedí que adivinaras en qué canción estaba pensando. Dijiste Mayonaise de los Smashing Pumpkins y no sé de dónde lo sacaste –dije riendo– Porque yo estaba pensando en Un Rayo de Sol de Los Diablos. Pero si dijiste esa canción es porque tú estabas pensando en ella. Ya cuando bajé del bus, cuando estaba solo me pregunté por qué pensabas en esa canción. Es una canción muy triste y nosotros solo éramos dos personas despidiéndose. En ese momento me pareció excesivamente triste para la ocasión, la mía era una canción alegre, una canción de verano. Juro por Dios que no sabía que sería la última vez que nos veíamos, de haber sido así… Habrías adivinado.


-¿Y eso a qué viene? ¿Cómo haces para recordar todas esas cosas? ¿Esas palabras?

-Nada… Supongo que… Nada, yo… Nada, es solo mi estúpida nostalgia en acción, mi torpe nostalgia que no se me quita con nada –dije apresurándome a hablar antes de que se me quebrara la voz–. Es solo que a veces… Me haces tanta puta falta, a veces hay tanto que quisiera contarte, tantos cuentos que quisiera que leas… –dije estrechándolo más fuerte, todavía sin poder quitarme el maldito nudo de la garganta, ya sin poder contener las lágrimas que caían sobre su hombro.

Kenny

Párrafos de libros

Historia del Caballero de la rosa y de la virgen encinta que vino de Liliput
Juan Carlos Onetti




Todo lo que fuimos sabiendo de ellos no tuvo interés para mí, hasta cerca de un mes después, cuando la pareja se instaló en Las Casuarinas.S upimos que habían estado en el baile del Club Progreso, pero no quién los invitó. Alguno de nosotros estuvo mirando bailar a la muchacha toda la noche, diminuta y vestida de blanco, sin olvidar nunca, cuando se aproximaba al largo y oscurecido mostrador del bar donde su marido conversaba con los socios más viejos e importantes, sin olvidar sonreírle con un destello tan tierno, tan espontáneo y regular, que se hacía imposible no perdonarla.En cuanto a él, lánguido y largo, lánguido y entusiasta, otra vez lánguido y con el privilegio de la ubicuidad, bailó solamente con las mujeres que podían hablarle —aunque no lo hicieran— de la incomprensión de los maridos y del egoísmo de los hijos, de otros bailes con valses, one-steps y el pericón final, con limonadas y clericots aguados.Bailó sólo con ellas y sólo aceptó inclinar unos segundos sobre hijas y solteras el alto cuerpo vestido de oscuro, la hermosa cabeza, la sonrisa sin pasado ni prevenciones, la confianza en la dicha inmortal. Y esto, con distracción cortés y de paso. Ellas, las vírgenes y las jóvenes esposas sanmarianas —cuenta el observador—, las que de acuerdo al breve vocabulario femenino no habían empezado aún a vivir y las que habían dejado prematuramente de hacerlo y rumiaban desconcertadas el rencor y la estafa, parecían estar allí nada más que para darle, sin falta, un puente entre mujeres y hombres maduros, entre la pista de baile y los incómodos taburetes del bar en penumbra donde se bebía con lentitud y se hablaba de la lana y el trigo. Cuenta el observador.Bailaron juntos la última pieza y mintieron tenaces y al unísono para librarse de las invitaciones a comer. El se fue inclinando, paciente y contenido, sobre las manos viejas que oprimía sin atreverse a besar. Era joven, flaco, fuerte; era todo lo que se le ocurría ser y no cometió errores.Durante la cena, nadie preguntó quiénes eran y quién los había invitado. Una mujer esperó un silencio para recordar el ramo de flores que había tenido la muchacha en el costado izquierdo del vestido blanco. La mujer habló con parsimonia, sin opinar, nombrando simplemente un ramo de flores de paraíso sujeto al vestido por un broche de oro. Arrancado tal vez de un árbol en cualquier calle solitaria o en el jardín de la pensión, de la pieza o del agujero en que estuvieron viviendo durante los días inmediatos al Victoria y que ninguno de nosotros logró descubrir.



¿Qué es NienPintura?


Un grupo literario, casi nuevo, del Ecuador.