Verde

Liseth Correa


Dolores se encontraba sentada frente al espejo, tomó su labial se pintó juntando ambos labios hasta dejar homogéneamente repartido el color. Delineó sus cejas con tono café, abrió el cajón intermedio de la peinadora para sacar el polvo compacto, lo esparció en su rostro muy despacio. Tenía en su piel las marcas de tiempo, esas huellas que recuerdan lo fugaz que resulta la vida del ser humano. Sus manos ya temblorosas no conseguían la estabilidad de épocas joviales, cuando intentaba ejercitar buen pulso al maquillarse.


Llegadas las doce, su prima fue a recogerla para almorzar juntas en un restaurante bastante conocido en el centro de la ciudad, así lo habían hecho mientras vivían dentro de aquella zona hace varias décadas. Don Alberto dueño del lugar, las atendió con suma amabilidad como de costumbre, ambas disfrutaban de la compañía mutua, recordaban el maravillosos sabor que tiene el pasado y su diferencia con la actualidad.







Lola se levantó de la mesa para ir al baño, su prima aguardaba, pasó por el corredor, cuando irreflexivamente su boca se secó, los segundos aparentaban prolongarse. El también la miró y de igual modo sintió que sus piernas se congelaban. Tantos años habían transcurrido sin verse, ahí estaba Lolita con su pañuelo verde como sus ojos esmeraldas que ni siquiera con la edad perdían fascinación, allí se hallaba Quique envuelto en su elegancia irreparable. ¡Qué felices hubieran podido ser si el destino hubiese congeniado con los sentimientos empáticamente! Quique tuvo que responder con obligaciones que los preceptos de Lolita no podían entender. “Quizá fue mejor así” era un consuelo razonable que aliviaba la pesadez afectiva. Lolita nunca quiso tanto a nadie como lo quiso a él, a pesar del corto tiempo que lo trató y del transcurso de toda una vida para olvidar. Quique tuvo una familia que llenó en gran parte su mundo, pero en ocasiones cuando nadie lo observaba, extraía de un libro polvoriento una foto de aquella muchachita que algún día colmó su ser con afables ilusiones.



Tras la perplejidad de tal impacto, borraron la intensa vacilación con un saludo lejano, cortés, frío, simplemente diplomático. Quique salió por la puerta del garaje un tanto confundido, dudó antes de entrar a su auto, tenía ansias por verla otra vez, sin embargo, arrancó el vehículo en medio de un ambiente extraño que confundía la realidad y los sueños. Lolita trató de relajarse en el tocador, sus ojos se inundaron de lágrimas que no fueron capaces de brotar, respiró hasta recuperar tranquilidad; salió para reunirse con su prima en el salón, sonrió levemente, había sido estupendo ver a Quique al menos por un momento que guardaría siempre.

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¿Qué es NienPintura?


Un grupo literario, casi nuevo, del Ecuador.